Victimismo o reivindicación de una justa financiación. Gestión del mestizaje o Consell del Titanic. Pluralismo o sectarismo. Desgobierno o lastre de la herencia recibida. La misma acción recibe una denominación u otra según el prisma con que se mire o, sobre todo, en función del partido que la defina. Desde el inicio de mandato cada una de las cinco formaciones con representación en las Corts Valencianes ha acuñado una nomenclatura, ha repetido insaciablemente una serie de términos con el fin de lograr que formen parte del imaginario colectivo.

El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, ha reiterado, desde el inicio de su mandato, expresiones como «invisibilidad, injusticias heredadas o resetear la financiación» para referirse a la insuficiente aportación estatal a la Comunitat Valenciana. Posiblemente el citado vocablo financiación, en bastantes ocasiones con el prefijo infra, ha resultado el más reproducido hasta la fecha por el molt honorable president desde el comienzo de la legislatura autonómica.

Mientras que Puig entiende el denominado Acord del Botànic como «un compromiso inquebrantable» y un acuerdo que goza «de buena salud», su principal oponente parlamentaria, la líder del Partido Popular, Isabel Bonig, considera que Mónica Oltra tiene «maniatado» al presidente de la Generalitat. Ella, junto a los «radicales», como descalifica a Podemos. Si Puig reivindica «la financiación que por justicia nos toca», Bonig alude a su reclamación como «llorar y llorar».

Por su parte, la vicepresidenta del Consell ha insistido en «salvar personas». Tanto como en la palabra «corrupción» para aludir al PP constantemente, lanzando de ese modo un dardo contra el que la formación de Bonig tiene difícil escapatoria, a excepción de ese tímido «pedimos disculpas», que ya han anticipado que lo harán «por última vez». También Oltra alude incansablemente a la «herencia» de los gobiernos del PP y utiliza con frecuencia el superlativo «mejor» para referirse a la gestión del Consell.

Ciudadanos, por su lado, tilda siempre de «nacionalistas» a los diputados de Compromís, mientras que la coalición de Oltra y Enric Morera prefiere replicar dirigiéndose a los máximos responsables estatales de esa formación antagonista, en particular a su presidente, Albert Rivera, en términos despectivos, como «ignorante». Realmente, cuando más utiliza el calificativo que da nombre al partido cuya portavocía ostenta en las Corts Alexis Marí lo hace a continuación de la palabra «rescate», para conformar la expresión «rescate ciudadano».

Por último, Podemos reparte a diestro y siniestro. Si sus socios de l´Acord del Botànic incumplen sus expectativas, los azuza con descalificaciones como «desleales», que aplican «prácticas de la vieja política» y cuya gestión se guía por «una lentitud exasperante». Suele toparse con réplicas más eufemísticas por parte de Compromís y PSPV, que apelan a «debate puntual» y «diversidad de opiniones que enriquece». Respecto al PP, opta por la misma táctica que Compromís, martillearle con la palabra corrupción. Y a Ciudadanos lo considera «cómplice» en esta última cuando respalda al Partido Popular.

Todos tienen para todos, aunque cada formación centra más su objetivo en unos partidos que en otros. Principalmente, su flagelación verbal. Porque la percepción de una misma acción cambia notablemente si se añade un adjetivo u otro para expresarla. En cualquier caso, parafraseando al poeta Ramón de Campoamor, «nada hay verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira».