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Lucha por los avales

El PSOE andaluz se marca el objetivo de conseguir 20.000 avales para Susana Díaz. Aquí habría que preguntarse, como Jardiel, sobre las vírgenes: ¿pero hubo alguna vez 20.000 avalistas? Pues sí, si que los hubo. De hecho, cuando a Susana Díaz se le puso entre ceja y ceja que el mejor era Pedro Sánchez, ordeno coger avales por tierra, bar y aire y logró 41.000.

Ustedes lo recordarán, esos paquetones llenos de avales que cargaban por la calle Ferraz con alegre resignación militante notorios entusiastas del tándem Sánchez-Susana, a los que luego se les quebró el tándem, el corazón y tal vez la lealtad. ¿Qué habrá sido de esas carretillas? ¿Qué hace un aval cuando nadie lo ve, a qué dedica el tiempo libre? ¿El avalista nace o se hace? ¿Vale más aval en mano que pájaro volando? ¿Volarán los avales?

Bueno, pues ese es el gran reto susanístico, conseguir más. Más de 41.000 avales. Abrumar. Avasallar. Decir aquí estoy yo. No, mejor, decir, aquí están mis avales. «Dadme la mayoría absoluta y os daré una España grande», decía desde un cartelón de la Puerta del Sol Gil Robles en la República. Dadme un avalazo y os daré un PSOE grande, podría decir Susana Díaz, que inicia un periplo que daría dolor de cabeza al mejor agente de viaje, dado que va a recorrer kilómetros y kilómetros de España, incluída Cataluña, pieza clave. No es plan de que la gran mayoría de avales sean blanquiverdes, o sea, del socialismo andaluz.

Con todo, la primera batalla va a ser la del censo. Los socialistas siempre se han preguntado quiénes somos, dónde vamos y de dónde venimos. Pero cuando hay primarias se preguntan: cuántos somos. No lo sabe ni Dios y los que podrían adivinarlo (los que tienen la lista de militantes) dudan sobre quiénes pueden o no votar, dado que para hacerlo hay que estar al día de las cuotas. En fin, no hay que olvidar que protestar por no tener el censo es parte necesaria del guión con el que comienzan todas las primarias. Tener más avales no es tener más votos, pero sí es cierto que mear al rival siempre deja acojonado al rival. Sánchez dice que es seguro que tendrá más votos que avales y que dar el aval a alguien no significa votarlo luego. Luego está Patxi López, que es una suerte de tercera vía. O sea, aspira a una tercera vida. Política. López es un tranquilón que genera simpatías, un buen tipo que no te va a quitar la toalla de la hamaca para tumbarse él. Bueno, entre otras cosas porque casi nunca le ha faltado hamaca. Comienza la carrera y comienza la caza del avalista, animal mitológico el resto del año, ignorado y que nadie sabe dónde va.

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