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Escalofríos en la Unión Europea

Gobiernos e instituciones de la UE, cómodos o al menos resignados a una situación que hasta ahora sólo parece beneficiar a Alemania, deben de sentir escalofríos por lo que puede suceder en Francia. Hundidos en el descrédito, los dos partidos que en la Quinta República se han turnado en el gobierno de ese otro país central de Europa -socialistas y conservadores- pueden verse hoy descartados de la segunda vuelta de las presidenciales. Y quedarían para disputarse el Elíseo los dos únicos que, desde ambos extremos del espectro político, ponen radicalmente en cuestión tanto el funcionamiento de la Unión Europea como a la propia Alianza Atlántica.

Si hemos de creer los sondeos, algo últimamente difícil, la líder del ultraderechista y xenófobo Frente Nacional, Marine Le Pen, logrará superar el primer escollo, y la única incógnita es si lo conseguirá también el candidato de la izquierda más radical y consecuente: Jean-Luc Mélenchon. Con un discurso ultranacionalista a lo Donald Trump, Le Pen parece tener fácil el apoyo no sólo de los partidarios de siempre de la ley y el orden, sino también los votos de protesta de muchos ciudadanos, indignados por el desamparo en el que sienten que los han dejado los gobiernos anteriores.

Por su parte, al frente de su partido La Francia insumisa, el veterano Mélenchon propugna también el abandono de la OTAN como una reforma en profundidad de la UE, cuya estructura actual sólo sirve, en su opinión, a la industria germana. En caso de que esa reforma se demostrase imposible, Mélenchon abogaría por la salida concertada de los tratados europeos, lo que, en opinión de todos, significaría no sólo el fin de la moneda común, sino de la propia Unión Europea.

Los gobiernos de la UE están alarmados por lo que indican los sondeos y confían en que al menos en esa segunda vuelta la líder del FN, si es que pasa, tenga enfrente al candidato favorito de los europeístas: el joven Emmanuel Macron, que encabeza el movimiento En Marche. Si consigue superar el primer escollo ese exbanquero y exministro de Economía del presidente Hollande, las cancillerías europeas darán un respiro en la confianza de que, puestos a elegir entre él y Le Pen, una mayoría optará por el primero, ya sea por convicción, ya como mal menor.

De suaves modales y suficientemente ambiguo para contentar a unos y otros, Macron, a quien apoyan desde el ex primer ministro socialista Manuel Valls hasta un ex líder comunista como Robert Hue, es en el fondo un neoliberal que quiere recortar el gasto público, acabar con la semana laboral de 35 horas y retrasar la edad de jubilación. Amigo de Alemania y favorito de los medios, Macron es la esperanza blanca de la derecha tras el descrédito sufrido por quien habría sido su candidato ideal, el ultracatólico François Fillon, involucrado en un grave escándalo de nepotismo que, sin embargo, no le ha apartado de la contienda.

En vista de lo que está en juego, no puede caber duda de que gobiernos y medios de comunicación de toda la UE harán lo posible y aún lo imposible por apoyar a Macron, amenazando a Francia y a Europa con todos los males en el caso de que fracasara.

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