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Javier Cuervo

El partido de la corrupción

Dicen que la sombra de la corrupción persigue al PP. Al revés. La luz de la justicia persigue la corrupción del PP y el uso de la política del partido más patriótico de España.

Hubo dos candidatos en la pugna para presidir Caja Madrid-Bankia. Mariano Rajoy propuso a Rodrigo Rato. Esperanza Aguirre defendió a Ignacio González. Rato ocupó informativamente la semana del 9 al 15 con su bulimia de negocios y cargos a dos carrillos. Ignacio González protagonizó la del 16 al 23 por los baños en el jacuzzi de oro del Canal de Isabel II en Madrid, en Colombia, en Brasil, con su mujer, con su hermano, con su cuñado.

De dos figuras supremas del PP -Rajoy para España y Aguirre, para Madrid- hemos de creer que son ciegos, sordos y gilipollas. Dos desastres para formar equipos, dos inútiles para juzgar a las personas, dos irresponsables en la vigilancia o dos jefes tan incomunicados que ignoran lo que su entorno sabe y no sospechan de los bienes que poseen o disfrutan sus cercanos. De Aguirre se espera más que su dimisión. De Rajoy, que testifique sobre Gürtel.

Avisaron. Esta gente confiesa que odia al Estado, del que sólo les interesan las armas por el lado de la empuñadura (el ejército y la policía). Cuando no lo destrozan malbaratándolo con los amigos, lo saquean delinquiendo cuanto sea necesario. Al fondo común le sacan lo que pueden y le meten lo menos posible. Y la patria de la bandera, la virgen y las tradiciones termina en la neutralidad fiscal y financiera de Suiza y las islas de piratas.

No dimitirá de sí misma. Se repite que el tamayazo -la compra de dos diputados que impidió que los socialistas formaran gobierno en la Comunidad de Madrid- fue el momento en que sin ver, oír, ni hablar, Esperanza Aguirre pactó con el diablo para ser presidenta.

Si existiera el diablo e hiciera pactos sería fácil entender que la lideresa haya podido vestir de chulapa con donaire y andar con saltitos de campeona de la goma por el patio del colegio de los mil delitos, del espionaje, del odio, de las persecuciones, de la chulería, de los sobornos, de los robos y de la sospecha y marcharse -por tercera vez y voluntad propia- diciéndose «engañada y traicionada». ¡Engañada y traicionada la más astuta criatura política de Madrid! Como no hay diablo ni pactos, sus 35 años de supervivencia sí tienen mérito, no salvarse de un accidente de helicóptero y de un atentado masivo en Bombay.

Aguirre contenía más sorpresas que una caja de mago. El acento madrileño del liberalismo político -muy poco liberal en Telemadrid- dedicó a construir su imagen pública tanto como los demagogos o los dictadores. Quienes la conocieron en sus inicios cuentan que se fue haciendo Esperanza Aguirre sin que nadie creyera que llegara a haber una Esperanza Aguirre dentro de Esperanza Aguirre, capaz de fascinar a su hinchada y de sorprender a sus rivales.

Aun sin cargos, ella es su propia plataforma. No se la ve dimitiendo de sí misma. Para Esperanza Aguirre, como para los policías de Philip Marlowe, aún no se ha inventado la manera de decirles adiós.

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