Este 1.º de Mayo, los trabajadores y trabajadoras tenemos la oportunidad de manifestarnos para decirle a los empresarios y al Gobierno que estamos hartos de que la crisis económica se intente superar con cargo a nuestros derechos y que es el momento de recuperarlos. En primer lugar, porque esos sacrificios impuestos no han contribuido a resolver nuestros principales problemas: precariedad, temporalidad y escaso valor añadido de nuestro modelo económico; sino que con la reforma laboral y con los reiterados recortes en el sistema de bienestar, hemos inaugurado una nueva categoría laboral, la de los trabajadores pobres. En segundo lugar, porque la recuperación del PIB no encuentra respaldo en dichas medidas, sino en la actuación decidida del BCE con su programa de expansión monetaria que ha acabado con la prima de riesgo y nos permite financiarnos en términos razonables; porque la situación geopolítica ha determinado que la industria turística registre datos récord de visitantes en nuestro país; y porque la caída del precio del crudo ha rebajado sustancialmente nuestra factura energética. Medidas todas ellas exógenas y, por tanto, ajenas a la actuación del Gobierno.

A éste, al Gobierno, hay que atribuirle una subida del IVA que castiga más a los trabajadores porque se impone por igual a los ciudadanos con independencia de su renta, una reforma laboral que ha conseguido su objetivo fundamental y no declarado, devaluar los salarios condenando a nuestra economía a competir haciendo lo mismo pero más barato, y un brutal recorte en recursos para sanidad, educación, dependencia, servicios sociales, infraestructuras e inversiones en I+D+i.

Hoy crecemos a tasas superiores al 3 % sin que en ello hayan contribuido en modo alguno las medidas de austeridad impuestas y hoy corregidas. Eso sí, en ningún momento hemos escuchado reconocer el error a sus artífices y el espectáculo después de la crisis es desolador: en este nuevo ciclo económico de crecimiento las rentas del trabajo han caído mientras se incrementan las del capital y los beneficios empresariales; la reforma laboral sigue vigente, así como los recortes en prestaciones sociales; los muchos parados, gran parte de ellos de larga duración, no tienen ni empleo ni subsidios para subsistir y sus expectativas de encontrar trabajo lo son en la precariedad y los bajos salarios; los jóvenes tienen que emigrar ante la falta de oportunidades y los mayores ven amenazadas sus pensiones y son abandonados ante situaciones de dependencia.

Una nueva composición parlamentaria sin mayorías absolutas y toda la oposición habiendo suscrito las 20 medidas planteadas por UGT y CC OO antes de las pasadas elecciones generales, deberían ser el escenario propicio para cambiar ese lamentable estado de la situación. Por eso conviene este 1º de mayo recordarles ese compromiso; pero son el Gobierno y los empresarios los que deben sentir, en primer término, el clamor de la clase trabajadora exigiendo el reparto justo de la riqueza.

Pero este 1.º de Mayo debe además ser valenciano, porque de nuestra actitud depende que nuestra comunidad reciba la financiación y las inversiones que nos corresponden y cuya ausencia nos lastra. Los valencianos padecemos un PIB per cápita 12 puntos inferior a la media española y, sin embargo, somos la única comunidad autónoma pobre que paga más de lo que recibe. Sin financiación y sin inversiones, nuestra capacidad de crecer, de mejorar nuestro modelo productivo, de generar productos y actividades de mayor valor añadido se ven más que limitadas. Los valencianos cobramos menores salarios y nos jubilamos con menores pensiones porque no recibimos los recursos que nos corresponden y nos permitirían desarrollar nuestro potencial. La Comunitat Valenciana, los valencianos, no somos pobres, nos han empobrecido. Nuestro futuro, el de los trabajadores, también se juega en el tablero de la financiación autonómica y en el destino de las inversiones del Estado. Juguemos pues, con unidad y determinación, empezando por este 1º de mayo