La celebración de la festividad del 1 de Mayo adquiere este año una relevancia especial por la singular coyuntura que atravesamos. España ha mejorado su previsión de crecimiento para 2017 y la eleva hasta un 2,7 por ciento del PIB. Lo hace entre zarandeos políticos, con un presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que dirige el ejecutivo con el minoritario apoyo del Partido Popular y los votos puntuales de otras formaciones.

Esta circunstancia provoca, por ejemplo, un retraso en la aprobación de los presupuestos, lo cual, a su vez, deriva en que el acuerdo para impulsar las ofertas públicas de empleo no acabe de cuajar en la práctica. Este pacto, impulsado por CSI·F, resulta fundamental para promover la estabilidad de las plantillas. Recordemos que en sectores como Administración del Consell, Sanidad o Educación la tasa de interinos ronda o supera el 30% debido a la falta de oportunidades para consolidar plazas en los pasados años.

Por otra parte, el Consell que dirige la Generalitat afronta el tramo final de su segundo año de mandato. En la práctica, anda sumido en el ecuador de la legislatura, una etapa en la que ya se espera resultados y promesas cumplidas que contribuyan a mejorar el bienestar de los valencianos. No obstante, por desgracia en determinadas ocasiones el debate entre los socios de gobierno se ha centrado más en cuestiones ideológicas que en perseguir objetivos fundamentales y de interés común. El principal lo constituiría, desde luego, la creación de empleo.

El paro continúa siendo el principal problema de los valencianos. El hecho de que haya bajado durante algunos meses (aunque la última EPA ya advierte de un repunte) el número de afectados no debe en momento alguno hacer olvidar a los máximos responsables políticos que más de 470.000 ciudadanos de la Comunidad Valenciana sufren el drama del desempleo. Y que otros cientos de miles viven en una situación de precariedad laboral alarmante que les impide asentar las bases mínimas para organizar un proyecto de futuro.

En esa coyuntura de un gobierno estatal inestable y otro autonómico sumido en demasiadas ocasiones en las disputas entre los diferentes socios, resulta más que nunca necesario reclamar a nuestros políticos altura de miras. En este 1 de Mayo reivindicamos que olviden o dejen en un segundo plano sus intereses partidistas y antepongan el bienestar de los gobernados.

Que piensen que una sociedad cada vez más formada, preparada y exigente reclama unos gobernantes pragmáticos, respetuosos, cualificados, que velen por el conjunto de la ciudadanía y que no se pierdan en discusiones estériles que poco o nada aportan a sus conciudadanos.

Por tanto, que el 1 de Mayo sirva para reflexionar, para que los principales responsables políticos analicen lo que han hecho hasta ahora y qué pueden aportar en un futuro inmediato para mejorar la calidad de vida de sus convecinos. Únicamente con esa mentalidad de unidad y sentido de la responsabilidad lograremos recuperar la senda del progreso y del bienestar.