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Quinquis de corbata

Para salir con bien de su moción de censura, a Podemos no le hace falta ganar ninguna votación, sólo conseguir que su gente les crea. Y que sus adversarios les sigan dedicando vómitos azufrados y grandes dosis de mala baba: el héroe avanza más y mejor cuando la tormenta arrecia. Los predicadores a sueldo del país (y son centenares) pintan el retrato de Podemos como siervos de Satanás rodeados, como el Drácula de Coppola, de putas del infierno. Pero de los ministerios, los gobiernos regionales, la judicatura y otros causas de neuralgia, sólo salen al exterior vaharadas de pestilencia. El que se levanta contra las chapuzas del demiurgo -y su primer rostro es la cara confusa de Rajoy y el segundo, la pepona de sainete de la Susi- cuenta con las simpatías del público.

Hay mil razones para detestar a Podemos (o a cualquier otra cosa), pero hay que construirlas antes de proclamarlas, a ser posible. Y es lógico que la nomenklatura del PSOE haya sufrido un ataque de nervios: no porque Pablo Iglesias sea un inmenso estratega, sino porque los socialistas dan la medida de lo que son ahora: sirven la alta divisa de salvar, al menos, la camisa (Bernat i Baldoví) y se conchaban con el partido más corrupto de la historia de España con los que andan apriscados en una sociedad de socorros mutuos. Como dijo Unamuno, pueden vencer, porque marrullerías y recursos les sobran, y celebrar sus nupcias con una hecatombe de Pedro Sánchez y los suyos, para empezar, pero no convencen.

No me gustaría que el miedo cambiase de bando; el miedo, como casi todo los demás, funciona mejor cuando anda razonablemente repartido. Asaltar los cielos me parece una buena idea, pero empecemos con el derecho a las vacaciones pagadas. En los años del ladrillazo, los regidores eran felatrices del constructor y los titulares del juzgado de Nules -el que debía ocuparse de las fechorías de Carlos Fabra- promocionados a los bufetes del Madrid más postinero, que dice el chotis. Para seguir con el chotis, ahora vemos fiscales de quitan y pon, eludidos, elevados, aludidos a conveniencia de quinquis de corbata.

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