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Socialdemocracia, ¿ganó la TINA?

«Necesitamos nuevas respuestas a las viejas preguntas». «Los partidos modernos son iglesias sin religión dirigidas por clérigos blasfemos». Octavio Paz

tINA: «There is not alternative». No hay alternativa que no pase por la aceptación sin condiciones de los postulados conocidos como neoconservadores. Resumidos, mercado sin regulaciones como instrumento para la asignación de los recursos públicos y privados; austeridad universal, como prevención de la inflación y el déficit de las cuentas públicas. Democracia global, con las excepciones de los regímenes amigos, proveedores de dinero o de combustibles fósiles. Precariedad del empleo; desigualdad como medida del éxito individual; medio ambiente al servicio de los intereses de los grandes complejos industriales apátridas. Evasión fiscal como norma y desconexión de los empresarios de sus responsabilidades sociales, con el complemento de un mecenazgo a su vez subvencionado con las exenciones. El uso de la fuerza, llegado el caso, contra quienes objeten la TINA.

La socialdemocracia europea fue, además de valladar de la expansión del comunismo soviético, el conducto por el cual se trasladaban las angustias, recelos, exigencias y anhelos de poblaciones sometidas a los estragos de dos guerras mundiales y sucesivos y enconados conflictos civiles, sociales. Sin pacto explícito, la derecha, en especial la democracia cristiana y los empresarios europeos, aceptaron unas reglas tras la postguerra, en algunos casos, aplazadas en virtud de supervivencia de dictaduras en Portugal, España, Grecia. Reglas que pasaban por considerar el trabajo como derecho, el mercado instrumento regulable, sometido al control democrático. A esto se sumaban otros derechos considerados fundamentales: los relativos a la salud, los servicios sociales, la educación, sin discriminación alguna. Se conoció como Estado del bienestar, y suponía el deber de contribuir con los impuestos a su mantenimiento. La garantía del cumplimiento responsabilidad de los gobiernos y las instituciones, bajo el control de la ciudadanía por el voto libre, organizado en partidos políticos.

La aceptación de la TINA ha convertido en anacrónico tan singular como beneficioso Estado para la mayoría. En especial, cuando la socialdemocracia se ha visto abducida por el crecimiento económico y no por su distribución entre la población. Más todavía, en algunos casos parece existir una especie de competición entre las organizaciones socialdemócratas para ver quién o quienes aceptan, y aplican, las recetas neoconservadoras. El resultado es el desbordamiento socialdemócrata, por la izquierda en formaciones emergentes que canalizan el desánimo y la indignación. Y por otra, el recurso fácil a la demagogia fascista, ahora revestida de apolillado nacionalismo estatal, xenófobo, excluyente.

Para los electores más prudentes, entre la carrera hacia la irrelevancia socialdemócrata y la amenaza del populismo de la extrema derecha, la salida es la vuelta a la derecha clásica o sus sucedáneos. Ello significa que se inclinan por la seguridad y, simplificando el discurso: estabilidad macroeconómica y beneficios privados crecientes, mantenimiento de los beneficios del Estado del bienestar a niveles mínimos con recorte de libertades en aras de la seguridad, se trate del terrorismo o de las pensiones.

Antes de llegar a la situación actual se han producido los efectos de la revolución científico-técnica, en la que el ejemplo de la formación, educación e investigación que el mismo Estado del bienestar había procurado, se han incorporado a todas las ramas de la economía productiva y a la misma sociedad. Las TIC constituyen una parte fundamental del proceso, pero también sus aplicaciones a la economía financiera han resultado decisivas incluso en la provocación y extensión de la Gran Depresión de comienzo del siglo XXI. Su uso indiscriminado ha permitido la advertencia anglosajona de que «lo que necesitamos no son redes sociales, sino incrementar las habilidades de sociabilidad», y más cuando poblaciones como la nuestra tienen más teléfonos móviles que habitantes, con la capacidad de seducción y propagación de bulos y manipulaciones.

La alternativa a TINA puede consistir en algo tan sencillo como recuperar los principios originales, puesto que si bien alguno de los experimentos del pasado fracasó, las causas que lo originaron subsisten: la desigualdad, la exclusión, la violencia manifiesta de género o contra el medio ambiente, la inseguridad ante el futuro. Octavio Paz tenía razón.

Una vuelta a los principios desde las transformaciones en la comunicabilidad, la transferencia de los conocimientos, el control efectivo, universal, de los mercados financieros, la persecución de la evasión fiscal, el expolio del medio natural, la segregación de las personas. En definitiva una devolución a la ciudadanía de los derechos adquiridos por encima de la codicia del capitalismo salvaje.

Claro que ello exige tanto la renovación del pacto no escrito, como una renovación en profundidad de los instrumentos para el cambio. Y los instrumentos, a falta de alternativas, son los partidos políticos socialdemócratas. La endogamia, la reproducción de la banalidad mimética respecto al pensamiento dominante, les conduce a la irrelevancia cuando no a la simple y llana desaparición de la escena política de la ciudadanía. La invocación a la segunda cita de Octavio Paz junto a la definición constitucional resulta oportuna.

El socialismo hispánico se arriesga a un papel secundario, imprescindible para la legitimación del dominio de la derecha, pero inservible para un proceso de cambio. De alguna manera se ha producido el mismo fenómeno de secesión de las élites, económicas y políticas respecto de sus bases y electores, de la ciudadanía, de una parte, y de otra se reproduce la brecha entre aspirar a gobernar con TINA y el proyecto histórico emancipador que supuso el origen de la organización. La confianza solo se puede recuperar colmando la brecha sin olvidar el objetivo. Una vez más, ser demócrata es un valor central, porque serlo implica la existencia de los valores de igualdad, de solidaridad y de libertad.

Finalmente, atentos a las transposiciones superficiales de los resultados electorales socialistas en Francia, o la renovación del liderazgo de Renzi en el Partido Demócrata italiano, o al vendaval británico de May: nadie escarmienta en cabeza ajena.

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