Cambiamos de mes a mayo, el mes de la diosa griega Maia, la más hermosa de las pléyades. Pero seguimos con el mismo tema, el albedo. Vamos a una escala más detallada y a un territorio más conocido, Europa.

Los cambios en el albedo (recordemos, el promedio de 2000-2010 menos aquel calculado entre 1947 y 1999) muestran algunos patrones geográficos, un tanto desconcertantes. El más llamativo es el de las cordilleras. Queda muy bien marcada la cordillera alpina pero curiosamente tan solo en buena parte de su arco occidental franco-suizo. Los valores en torno al -2 % configuran una importante mancha que se difumina hacia el este, pero en lugar de continuar por las principales alineaciones montañosas vira al sur, al límite con la llanura padana, ya en Italia, y continúa en Austria en su sector suroriental. Curiosamente, la porción meridional germana, también alpina, ha experimentado un aumento del albedo. Esa misma tendencia ascendente se advierte en otro arco montañoso, en los Cárpatos. Desde Serbia oriental, pasando por las montañas de Rumania, las fronteras entre Ucrania y Hungría, este de Eslovaquia, sur de Polonia y este de la República Checa, donde gira para avanzar sobre el oeste de Eslovaquia y zonas orientales de Austria. Otras manchas dispersas con mayor albedo aparecen en el sur y norte de Suecia, áreas de Rusia septentrional, Grecia y Bulgaria y en especial Turquía.

Junto con los Alpes, los descensos de albedo (de mayor importancia cualititativa) aparecen en Ucrania, Bielorrusia, sur de Rusia, áreas del Báltico, los highlands escoceses y sur de Noruega. Casi toda Islandia desciende su porcentaje de albedo con la marcada excepción de la Península del Troll, una impresionante sucesión de cornisas heladas que delimitan magníficos valles glaciares.