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Matías Vallés

Catalá, contra la democracia

Con personajes como Rafael Catalá, la democracia no habría llegado a España en los setenta. Cuarenta años más tarde, el ministro hooligan de Justicia se erige en vacuna para determinar la vigencia del sistema de participación pública. Es decir, aporta la importante dosis de veneno que sus peligrosas tesis le permiten, para comprobar la solidez de los cimientos democráticos. El resumen de dos semanas de confidencias a delincuentes muy poco presuntos, que avergonzarían a cualquier notario del Reino, no es la ausencia de dimisiones, sino la garantía de que se transitará el mismo camino que debe garantizar el descrédito de las instituciones. Con la mirada puesta en estrangular un poco más la libertad de información.

Debe distinguirse el esencialismo antidemocrático de Catalá de la crítica a otros ministros. Juan Manuel Zoido arrastra un rosario de desmanes entre su segundo y su responsable de Tráfico, pero no parece un peligro para la democracia. En el titular de Justicia hay un plus de desmantelamiento de la convivencia. El ministro, que deseaba una pronta resolución de los líos por supuesto judiciales del encarcelado Ignacio González y que designa los fiscales señalados por los corruptos, intenta una enmienda a la totalidad del engranaje judicial. Considera inadmisible que sus amigos respondan, precisamente ante los jueces de su ministerio.

El formulario de las descalificaciones a ministros obliga a empezar este párrafo hablando de un error mayúsculo de Mariano Rajoy en el nombramiento. Salvo que no hay equivocación, sino deliberación. Con el apoyo del PSOE, el titular de Justicia cumple la misión asignada de perfeccionar la ley mordaza. Su labor de amedrentamiento es impagable. Ya ha logrado que la corrupción esté a punto de igualar al paro entre los miedos de los españoles, según el CIS. Pese a sus esfuerzos, la democracia resistirá a Catalá. No será necesario enarbolar el maximalista «o la República acaba con March o March acaba con la República», pronunciado por un ministro republicano. Catalá caza como McCarthy y tendrá el mismo final.

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