Hoy en día es difícil establecer el umbral distante entre el deporte educativo con el deporte competitivo. El deporte de base debería fomentar la formación integral de los niños y jóvenes pero no siempre cumple este fin, ya que algunos padres lo que buscan es crear las condiciones para que sus hijos consigan desde edades muy tempranas un alto rendimiento deportivo, con la principal finalidad de llegar a ser un Cristiano Ronaldo o un Leo Messi en potencia. Este ensalzamiento de los valores de la competición deportiva está únicamente destinado al alto rendimiento, pues asocian la realización de actividad física y deportiva al afán de triunfo y de éxito personal.

Pero no todos tienen el mismo objetivo, no se puede generalizar. La mayoría de los padres orienta a sus hijos a la iniciación deportiva como un medio y recurso recreativo rechazando cualquier tipo de estatus competitivo en sus fines. Es decir, como una orientación del deporte reconociendo ciertas ventajas y valores tanto intrínsecos como extrínsecos al margen de la mera competición, se plantean la iniciación deportiva como un medio no como una finalidad, rechazando la competividad exagerada con la que se ejercita el deporte profesional y que está lejos de la finalidad de la educación y formación de los niños.

Para Erwin Hahn, la práctica deportiva de los jóvenes no se plantea desde una óptica o competividad como tal, como la conciben los adultos, dando importancia al rendimiento y a los resultados. El desmán de competencia con que se aborda el deporte en los primeros años del niño tiene su fundamento en las ambiciones de éxito de los padres más que en los anhelos de triunfo en los niños. Es competencia de los padres introducir a sus hijos en la competición intrínseca, como función y desarrollo de valores, y no extrínseca basada en incentivar la actividad física y deportiva en función del rendimiento y del apremio de los resultados. Es decir, los primeros años de iniciación deportiva en un niño debe considerar el deporte competitivo como un medio y no como un fin. Las personas, por naturaleza, tenemos el gen innato de competir, pero el deber de los padres consiste en priorizar estos principios para favorecer los valores deportivos.

El deporte base debe fomentar que los niños y también los padres respeten más el proceso de formación que el resultado o el potencial producto. Le Boulch ya anticipó en su momento dos tendencias contradictorias que se oponen y que bien podríamos trasladarlas a la sociedad actual. Una iniciación deportiva enfocada en el logro de resultados y que exige a los niños y niñas un entrenamiento sistemático exigente y cuya finalidad es la selección precoz; esta metodología se basa en el condicionamiento. La segunda tendencia se fundamenta en que, desde los centros eduativos y clubs deportivos, se fomente la iniciación deportiva desde el parámetro, desde la práctica fomentando hábitos higiénicos , saludables y de placer; su metodología está basada en la concepción del rendimiento físico a través del juego deportivo.

Cuando algunos padres intentan, desde una edad precoz en sus hijos, profesionalizarse en el deporte, se corre el riesgo de que el niño deje de ser niño y sufra una presión asfixiante. Como dijo Edward James Olmos: «La eduación es la vacuna contra la violencia».