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Estatus de estrella

Más allá de la renovación de un futbolista capital, el blindaje de Carlos Soler es un mensaje de autoafirmación. Un Valencia que sabe lo que quiere y que transmite a los demás clubes una idea de fortaleza. Justo lo contrario de lo sucedido en verano pasado, cuando el traspaso de Alcácer al Barça fue vender el alma al diablo (con pésimas consecuencias para todas las partes).

Frente a la indefinición y la tardanza en la toma de decisiones de los dos primeros años de Peter Lim al frente de la entidad de Mestalla, el director general desde finales de marzo pasado, Mateu Alemany, ha pasado a la acción y, en una semana, ha elegido nuevo entrenador, Marcelino; ha encontrado acomodo para el valioso Voro como su segundo; y ha concedido estatus de estrella a Carlos Soler.

El valor del joven mediocampista es haber devuelto la mirada del club al campo de fútbol. Su irrupción cuando todo iba mal, ha sido la tabla de salvación del VCF para volver a los orígenes. Cuando Voro recurrió a él, en medio de la tormenta, lo hizo por necesidad, sin ninguna intención de trascendencia. Pero recuperó el alma del Valencia.

A partir de ahí se puede empezar a construir todo lo demás. Lo primero pasa por deshacerse del lastre dejado por las infladísimas contrataciones de los dos primeros cursos de Lim con el mando a distancia de los fichajes: Negredo, Enzo Pérez, Abdennour y Aderlan Santos son las sombras de ese «destarifo». A continuación, la plantilla necesita reforzarse con profesionales que sepan qué es la Liga y qué representa en ella el Valencia. Carlos Soler es el hilo entre el brillante pasado (y ese recuerdo inevitable de Claramunt) con un futuro, ahora sí, prometedor.

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