Afirmar ahora que España limita al norte con las Islas Canarias es situar a las islas, junto con el País Vaco, en el frontispicio de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado a la hora de la asignación de las dotaciones presupuestarias. A Euskadi, además de reconocerle las reminiscencias de las guerras carlistas del siglo XIX, se le compromete no sólo la ejecución de la Y ferroviaria vasca, sino más de la mitad del alfabeto. Coalición Canaria, junto con el voto del independiente en las listas del PSOE Pedro Quevedo, proporciona al PP, junto con Ciudadanos, la mayoría absoluta en el Congreso de Diputados. Este apoyo se negocia con una propina aproximada de 1.000 millones de euros para las islas afortunadas, nunca mejor dicho.

Como apuntan notables historiadores, la historia no se repite pero ayuda a entender la realidad. Desde que la UCD de Adolfo Suárez tuvo que negociar los votos de la entonces Minoría Catalana en el Congreso pasando por los gobiernos de Felipe González, el Pacto del Majestic entre Pujol y Aznar, Rodríguez Zapatero y ahora Mariano Rajoy, el número de diputados de los grupos minoritarios pero necesarios para la gobernabilidad del Estado no sólo ha tenido un valor, ha tenido un precio.

La Comunitat Valenciana, como bien demuestran los hechos, ha ido perdiendo relevancia o dicho en lenguaje popular, no pintamos nada en Madrid a pesar del noble y reciente esfuerzo empresarial. Pactar con los vascos y con los catalanes como parece ser ahora en el caso de la estiba en los puertos ya no rompe España, ni se acusa al gobierno Rajoy de aliarse con los separatistas. El mensaje que se nos da a los valencianos es meridianamente claro para el que lo quiera entender.

Ni Ximo Puig ni Mónica Oltra, cada uno con su tema, aciertan en la estrategia para que la Comunitat Valenciana consiga que se le escuche y se le acepten sus justas reivindicaciones. La alianza de Puig con la andaluza Susana Díaz y su cohorte de viejas glorias socialistas no puede traer nada bueno a los valencianos porque nunca los gobiernos del PSOE han considerado relevante a la Comunitat Valenciana. Montar el pollo que propone Mónica Oltra creo que tiene un error ortográfico. Más bien creo que se refiere a montar el poyo, lugar de espera y asiento a la puerta de las casas de campo en donde, entre otras cosas, se ponía a prueba la paciencia.

Va siendo hora de una reflexión y un replanteamiento colectivo de los valencianos de Castellón, Alicante y Valencia para que la gobernabilidad de España nos considere como merecemos. Pero esa labor nos corresponde a nosotros y nadie va a venir a sacarnos de nuestra mediocridad actual. La mayor responsabilidad para el logro de esa meta sabemos todos donde está. Nunca una guerra se ha ganado sin la fiel infantería, pero tampoco sin la acertada estrategia de un buen Estado Mayor.