La trágica riada de 1957 deja en Valéncia un elevado número de huérfanos. Como prestación de ayuda, Holanda contribuye con la construcción de un edificio en el huerto de San Valero para los niños y niñas en la vulnerable situación de desamparo, y así se ha mantenido durante 60 años. El Centro de Menores de Monteolivete tiene la finalidad de la atención inmediata y transitoria para acogida de menores por razones de desprotección. Pero la Consellería de Igualtat i Politiques Inclusives, de manera unilateral ha decidido darle otros usos al edificio (supongo que más rentables) y cerrar la actividad pedagógica en base al último informe de la Inspección de Trabajo.

Las administraciones públicas han olvidado durante muchos años su obligación y responsabilidad, recogida en tratados internacionales del derecho del menor: «La Administración tendrá particularmente en consideración la adecuada regulación y supervisión de aquellos centros en los que permanezcan habitualmente menores, en lo que se refiere a sus condiciones físico-ambientales, higiénico-sanitarias, de accesibilidad y diseño universal y de recursos humanos, así como a sus proyectos educativos inclusivos, a la participación de los menores y a las demás condiciones que contribuyan a asegurar sus derechos. El contenido esencial de los derechos del menor no podrá nunca quedar afectado por falta de recursos sociales básicos» (ley orgánica 1/1996).

Sí. El motivo real del cierre es la dejadez y falta de inversiones, además de las políticas mercantilistas que priman al sector privado, el desinterés total por la infancia desfavorecida, la falta de supervisión y el nulo control de la calidad del servicio, la presión xenofóbica vecinal y a la incapacidad de revisar, actualizar y afrontar nuevas políticas sociales. Consecuencia de este urdido fracaso, se ha tomado de urgencia la cuestionable decisión de su traslado a otro obsoleto edificio, situado en un entorno rústico de Buñol. Allí, cuan antaño se hacia con los tuberculosos en PortaCeli, dejar al enfermo terminal morir, donde sus lloros no sean oídos, lejos de la casta mirada del estimable barrio de la Ciudad de las Ciencias. Allá en Buñol quedarán agonizantes los desamparats, niños y profesionales en espera del prometido Centro en Llíria.

Mientras tanto, infinidad de preguntas: ¿Quien ha tomado la decisión del cierre coincide con la responsable de supervisar? ¿Se van a tomar medidas por la negligencia? ¿Hay un estudio técnico que avala la urgencia? ¿A quién beneficia esta medida? ¿A qué se va a destinar el edificio?¿Se ha preguntado a los profesionales? ¿Y a los menores? ¿Se ha valorado el impacto en Buñol?€