415 metros de altitud por encima de la ciudad de Barcelona se alza el Observatorio Fabra, uno de los centros de investigación astronómica, meteorológica y sísmica con mayor solera en España, inaugurado en 1904 gracias al mecenas Camilo Fabra y dependiente de la Academia de Ciencias y Artes. Actualmente dirigido por Jorge Núñez, que sucede a Josep María Codina, que ha desempeñado el cargo durante muchos años, este observatorio centenario ha sabido adaptarse a los tiempos y hacer frente a los numerosos problemas que afectan al ámbito de la investigación científica, así como al cerco de la contaminación lumínica de la ciudad condal.

Después de más de un siglo continúa su labor de investigación sobre asteroides y cometas, y en lo meteorológico ostenta una de las series climatológicas más largas de la red española. Asimismo, es uno de los puntos de vigilancia de la red sismológica internacional, dentro de la cual detecta anualmente, en promedio, unos 300 terremotos con epicentro en cualquier parte del planeta.

Seguramente, una de las virtudes más destacadas del Observatorio Fabra es que ha sabido abrirse a la sociedad mediante actividades divulgativas y de ocio para todos los públicos, en las que se combinan, entre otras iniciativas, cenas al aire libre en un lugar privilegiado con sesiones de observación del cielo.

En la historia del Fabra hay dos nombres propios de primera fila de la ciencia: Eduard Fontserè, fundador del Servei Meteorològic de Catalunya, considerado uno de los padres de la meteorología española, y Josep Comas Solà, uno de los grandes astrónomos del siglo XX, descubridor de numerosos cometas y asteroides. Precisamente, hace ahora 107 años, el 19 de mayo de 1910, Comas Solà fue uno de los astrónomos que siguió más atentamente el paso de la Tierra por el interior de la cola del cometa Halley, hecho que causó el pánico en todo el mundo y que él mismo se encargó de desmitificar tranquilizando a la población, ya que no supuso peligro alguno.