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Matías Vallés

El PP se juzga a sí mismo

A falta de dirimir sus conductas, no existe ni una palabra de diferencia entre los discursos de Cifuentes, Aguirre, Granados o González, sin olvidar a Rodrigo Rato o Blesa. Su prosopopeya puede refundirse en jamás de los jamases, en ningún caso, mienten quienes afirman, llevaré a los tribunales al que insinúe, no se podrá demostrar, me siento engañado/a por personas en las que confié. El goteo de conversaciones grabadas, informes, mensajes de texto y documentos oficiales firmados con primor no alteran el sermoneo de esta banda del PP. La audiencia se siente sometida a una llovizna tozuda de canto gregoriano.

Cifuentes se ha promocionado como la sustituta de Aguirre o incluso de Rajoy. Al día siguiente se precipita en el abismo de la corrupción presunta. Dado que se ha impuesto la imagen del lodazal, cuesta imaginar que un centenar de personas chapotea en el barrizal y que la ciento uno se mantendrá inmaculada. Sobre todo cuando se refugia en la perorata unánime de los culpables. "Se están emitiendo una serie de juicios de valor", "nadie puede poner en duda mi honradez". Y así sucesivamente.

Rajoy pretende combatir la corrupción por el método expeditivo de suprimir a los funcionarios que se atrevan a perseguirla. Coloca a un ministro que ofendería en Sicilia, desprotege a los fiscales que insisten en acusar, promueve un baile judicial, pervierte las leyes para que los políticos corruptos dispongan de mejores armas que la sociedad escandalizada por sus crímenes. Y después endosa la fusilería discursiva de los Aguirre y compañía. Una regla con un noventa por ciento de excepciones continúa siendo inapelable. El PP es un partido de pureza acrisolada, que se ha visto infiltrado por personajes viciados, procedentes con toda probabilidad de Podemos. Solo los populares tienen derecho a juzgarse a sí mismos, y curiosamente han emitido un veredicto de inocencia. La oleada corrupta en pleno Madrid no añade un mero matiz geográfico. La capitalidad obliga a corregir el comprensivo "quién lo sabía" en el escéptico "quién no lo sabía".

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