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Televisión colaborativa

Cuando el orden mundial se desmorona, la gente empieza a pensar» (Ulrich Beck, 2011). El mundo que nació en 1989 ha muerto. La televisión púbica valenciana, que precisamente llegó a nuestras vidas ese año, ahora está a punto para su primera resurrección, pero estas casi tres décadas no han sido suficientes para que saquemos conclusiones sobre el modelo de medios de comunicación que se necesitan y cómo puede aflorar el inmenso talento desperdiciado, después de tanto dolor sobre dolor acumulado. El recientemente fallecido Zygmunt Bauman teorizó sobre nuestro actual «clima de desconfianza, recelo y competencia a degüello. En él, las semillas del espíritu colectivo y de la ayuda mutua se asfixian, se marchitan y decaen».

César Rendueles, invitado del «Halcones y Palomas» de esta noche, considera que «el 15M y el resto de los movimientos transformadores españoles se han quedado a las puertas de los centros de trabajo y han sido incapaces de generar una solidaridad de clase basada en la precarización compartida». Por supuesto, los periodistas y comunicadores nunca pensaron que esto fuera con ellos. ´La lógica del gestor se ha impuesto a la lógica del periodista´ (Iñaki Gabilondo, 2016).

Ya que la queja no sirve para nada, sólo queda confiar en el talento como principal elemento transformador, unido a la coordinación entre equipos que antes se hubieran considerado competencia. Llamémoslo televisión colaborativa, en el gremio que nos ocupa. Augura el escritor y periodista histórico de la BBC Paul Mason que «si hay un agente colectivo que pueda pilotar la transición hacia algo más allá del capitalismo, lo compondrán los jóvenes, conectados y relativamente emancipados. No son una clase, pero el desplome del neoliberalismo los ha dejado sin futuro». Sostiene Mason que «a menos que nos deshagamos del neoliberalismo, la globalización se hundirá. Con el brexit y la elección de Trump, este proceso ya ha comenzado». Parece evidente que el futuro no será de instituciones jerárquicas e impermeables como la Iglesia y el Ejército. La competitividad ha llevado a las sociedades al borde del colapso y la televisión debe tomar nota para poder seguir siendo influyente y constructiva en nuestras vidas. Si no, se habrá ganado a pulso, y bien ganada, su marginalidad. O será global o no será. O será colaborativa o no será. El modelo de Netflix parece lo más inspirador en ese sentido. Sistema extrapolable a cualquier otro medio de comunicación. Unámonos y rompamos barreras, sin que lleguemos a diferenciar dónde acabas tú y dónde empiezo yo.

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