En el comienzo de la revista Urban, su directora, Susana Golf, en la carta de esta semana, El día oscuro, asegura la existencia de días negros. Y la creo. Aunque para el resto del mundo deslumbre, mientras, un cielo azul, como ella escribe. Estos días atrás, la prensa ha dado cuenta de uno de los temas más espinosos para el Consell: los centros de menores. Una denuncia por indicios de malos tratos en un centro religioso en Segorbe (Castelló) abrió el melón y siguió con los problemas graves y estructurales en el de Monteolivete (València).

El crudo relato de la situación de los críos ha desatado las alarmas sociales y políticas y obligó el viernes a dar explicaciones a la vicepresidenta, Mónica Oltra, duramente criticada por la Fiscalía, el PP y sindicatos en un cruce de acusaciones sobre quién informó antes del cuestionado estado de los centros. En realidad, de lo que se trataba era de responsabilidad. Al menos, era desde fuera la impresión.

Digo al inicio que hay cosas que creo por quien las dice, como en el caso de Susana Golf, aunque sean lo más contradictorio del mundo. Y lo repito. Y creo que en esos centros de menores todos los días fueron negros a pesar de que fuera brillara un sol abrasador. Hay un informe y por ello, la Fiscalía investiga la denuncia presentada por la conselleria contra el de Segorbe: zonas nobles dedicadas exclusivamente a los adultos, áreas de juego junto a calderas de combustible, provisión de comida caducada o abastecimiento de víveres en mal estado. A los menores se les castigaba con duchas frías, en pleno mes de enero o aplazándoles la hora de la comida o la merienda. Sobre el centro de València, las imágenes del interior dan una muestra del tipo de vida que a diario podían llevar recluídos allí. Basta con mirarlas. Si solo dieran miedo no dolerían tanto.

Es evidente, con independencia de cómo y cuándo se informara a la conselleria (oficial o no, hace un año o desde 2008) que el centro de menores de Valencia está en ruinas. Que eso es cualquier cosa excepto un lugar donde acoger a un niño en desamparo. El deterioro de esas instalaciones es tal que no basta con arreglar las deficiencias, es necesario el traslado y cierre. Y en ello ha estado la Generalitat. ¿Ha habido dejación de funciones? Depende. Informes de la Fiscalía de 2008 y 2011 encendían las alarmas sobre lo que estaba pasando en el centro de València y se pedía desmasificarlo. Sin embargo, el PP siguió manteniendo a 120 niños en un centro inhabitable.

Hace un año, la Fiscalía volvió a presentar otro informe. Y hoy hay 40 niños. La conselleria reconoce problemas para reubicarlos. Son menores y van al colegio, tienen familias, reciben visitas. He leído que al conocer la situación de los centros en profundidad, la vicepresidenta afirmó quedar «en estado de shock». Y la creo. En estos dos años de gestión hay temas que pone en sagrado. Aunque también cabría preguntar si toda la cadena al cuidado de los centros ha asumido toda la responsabilidad desde el primer día, vistas las fotografías finales cuando ya nada se puede hacer y si los informes podían haber sido más continuos en centros que llevan décadas de uso.

Hay responsabilidades políticas. Pero desde el primer día. Y responsabilidades de todos los que estaban al cargo del cuidado de los menores y de las instalaciones. Hay obligación de informar y de supervisar. A tiempo. Para que cuando un niño desamparado lo pierde todo, no se vea sumido en ningún día oscuro nunca, como ha pasado. Porque como sociedad, nos hace inhumanos. Y ahora hay que dar soluciones, con tiempo. Para que esos críos tengan sol, como sigue escribiendo en Urban Susana.