El terrorismo es uno de los más complejos problemas sociales de nuestro tiempo. A pesar de las consecuencias personales y políticas asociadas a la violencia terrorista, la investigación psicológica sobre el comportamiento terrorista se encuentra subdesarrollada. El interés por el fenómeno del terrorismo comienza el 11 de septiembre del 2001, donde el ataque a las Torres Gemelas en Estados Unidos supuso un catalizador importante para el estudio del fenómeno. Sin embargo, la investigación se centró en la búsqueda de explicaciones políticas y religiosas. El atentado había colocado el horror fuera de nuestras fronteras. La amenaza del terrorismo musulmán se percibió como una amenaza externa. Los atentados de Londres en 2005 supusieron un cambio de enfoque, los perpetradores detrás de los ataques no eran extranjeros, sino ciudadanos británicos nacidos, criados y residentes en el Reino Unido. La explicación del suceso recayó de nuevo por parte de las instituciones públicas en ideologías islámicas con capacidad de captación a través de predicadores o redes sociales. La ideología religiosa se convirtió de nuevo en el "ojo del huracán", considerándose tanto el punto de partida como la fuerza motriz detrás del proceso de radicalización. En su discurso de 2015 Cameron afirmó que "la causa principal de la amenaza que enfrentamos es el extremismo ideológico€ La visión del mundo extremista es la puerta de entrada y la violencia el último destino". A partir de entonces, aunque se han realizado importantes avances conceptuales y teóricos en lo que se refiere a menudo como "el proceso de radicalización", sigue estando envuelto en la incertidumbre. Como psicólogos, creemos desde nuestra experiencia que puede tratarse de una visión superficial del fenómeno del terrorismo aquella que no toma en consideración el proceso de construcción identitaria del individuo y las motivaciones que mueven al ser humano. Por ello nos planteamos: ¿Es la ideología la que explica la violencia o es la violencia la que "encuentra" una ideología? Los jóvenes que hoy perpetran los actos atroces no son intelectuales que a través de un largo proceso teológico abrazan la ideología extremista, como tampoco parece que encontremos en sus biografías largos procesos de inmersión religiosa. Incluso en ocasiones eran jóvenes no practicantes de religión alguna. Lo que sí parece ser evidente es que se trata de jóvenes con un fondo social problemático, provenientes de entornos delictivos y que ocasionalmente habían tenido contactos con la justicia. La violencia ya formaba parte de su anamnesis antes de abrazar la causa islámica. El 60% de los individuos que perpetraron un ataque terrorista en Europa habían estado en prisión y un 80% tienen antecedentes penales conocidos. Del conocimiento del ser humano, de escuchar atentamente el discurso individual y el medio familiar y social más cercano obtendremos las respuestas más íntimas y menos superficiales al fenómeno del horror. El ser humano, en la construcción de su identidad y en la organización normal de la personalidad, incluye tanto un sentido interno y coherente respecto de sí mismo, como también una conducta externa que refleja dicha coherencia interior. La constitución de una estructura de personalidad madura le permite acceder a un sistema internalizado de valores que suponen al individuo ser menos dependiente de la confirmación externa y del control conductual externo y más capaz de un compromiso más profundo con los valores morales y con los demás. Cuando la estructura psicológica, esto es, el modelo estable y duradero de funcionamiento mental en torno al cual se organiza la conducta, se desarrolla a nivel subóptimo, el individuo buscará una regulación de sus emociones y un encuentro con la seguridad y valía personal a través del reconocimiento, prestigio y el éxito. Una ideología determinada en un momento determinado puede ser simplemente la "excusa perfecta", la racionalización última de la necesidad emocional de ser apreciado, de significar algo en la vida de los demás. El extremismo violento no es tan diferente de otros fenómenos, manteniendo grandes similitudes con otros tipos de agresiones interpersonales o intergrupales donde la búsqueda de estatus, poder, control y dominio del otro organiza la conducta. Y, usted: ¿de qué o de quién necesita para su seguridad?