Con la próxima aprobación de los Presupuestos Generales de Estado gracias al apoyo del PNV, el Partido Popular ha superado uno de los principales escollos a los que se enfrentaba en la actual legislatura. Llama la atención que Mariano Rajoy haya conseguido, sin aparente esfuerzo, el apoyo parlamentario que no pudo conseguir para su investidura como presidente del Gobierno a pesar de que en su día no se cansara de repetir que la abstención del PSOE era algo imprescindible para aprobar los presupuestos y, por tanto, para el mantenimiento de la estabilidad política del Estado. Como era de esperar, en cuanto Rajoy alcanzó la presidencia las prisas por aprobar las cuentas públicas desaparecieron, iniciándose un proceso secreto de pactos con otras varias fuerzas políticas.

Sorprende que tanto el Partido Popular como el PNV hayan llevado a cabo las conversaciones que han terminado fraguando un provechoso acuerdo para el País Vasco sin una sola comparecencia ni previa ni posterior. La respuesta es evidente: ambos partidos parecen avergonzarse del pacto. Para el PP, reconocer de manera explícita ante sus votantes que, una vez más, se acerca al nacionalismo para mantenerse en el poder o, como mínimo, conseguir la estabilidad parlamentaria gracias a la aprobación de los presupuestos, supondría dejar en muy mal lugar todas las acusaciones que se hicieron durante los dos mandatos del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, cuando cualquier acercamiento a los nacionalistas vascos o catalanes era denunciado por el Partido Popular -entre grandes aspavientos- como una grave traición a los intereses nacionales. Misma actitud que mantuvo durante las semanas en que Pedro Sánchez efectuó contactos con partidos políticos situados a su izquierda para formar un Gobierno progresista.

Para el PNV, hacerse una fotografía con dirigentes del Partido Popular rubricando el acuerdo presupuestario habría empañado esa imagen que lleva años construyendo por la que pretende reflejar una actitud poco comunicativa con una derecha -heredera del franquismo- que no ha dudado en acusar a los nacionalistas vascos de ser cómplices de la banda terrorista ETA, incluso aunque el acuerdo haya sido tan beneficioso para el País Vasco. El precio de conseguir, una vez más, una mejora del llamado cupo vasco y, por tanto, una mejor financiación para las cuentas del País Vasco en detrimento de otras comunidades, ha tenido para el PNV la consecuencia de tener que negociar y reunirse con aquellos que cuando se encuentran en la oposición tantas críticas y acusaciones lanzan contra el PNV, pero sin llegar al extremo de tener que posar juntos antes los medios de comunicación con la sonrisa congelada y las manos apretadas.

Conocido el acuerdo entre el PP y los nacionalistas vascos se descubre ahora por qué la Comunitat Valenciana salió tan perjudicada del reparto que los nuevos Presupuestos Generales han hecho del dinero estatal. A pesar de que la población valenciana sigue aumentando, el dinero destinado a partidas básicas se mantiene con lo que, obviamente, el servicio que presta la Generalitat se verá mermado. Injusta situación a la que Isabel Bonig se ha sometido.