Lo importante no es estar gordo o flaco, lo importante de verdad es estar y, sobre todo, saber mirar. Y eso lo hace el Flaco mejor que nadie, mirar y montar con su mirada la escenografía de unas vidas compartidas, esas vidas que crecen (el tiempo es importante para mirar) en un territorio urbano, de gentes, de calles, de plazas, de casas, territorio común al fin y al cabo.

Pero son miradas recíprocas porque, a modo de espejo, cuando él les enfoca, todos los personajes miran a la cámara del Flaco como diciendo, cuéntalo, dile al mundo que esto está sucediendo, explica que el antídoto del olvido es la imagen retenida para siempre, con sus gritos, con sus sonrisas, con sus silencios, con sus amenazas. Porque el blanco y negro de las fotos del Flaco (Flacografías) hablan, y en la exposición de la Nau resuena un cierto murmullo de relatos, de rebeldía, de vitalidad, de historias acompañadas detrás del lienzo de cada escena.

Todo es vida de ayer y de hoy en ese itinerario que nos propone el autor. Y la sucesión de imágenes lo cuenta todo, incluso lo que no está, porque cada uno de nosotros ve su propio relato de amigos y amigas, de arquitecturas, de tiempos, de paisajes.

En realidad, el montaje solo tiene un defecto, sabe a poco. Cuando estás subido al tren de la sucesión de historias (todas la misma, todas diferentes), cuando ya no estás en la sala porque te has ido volando a otro mundo, o más allá todavía, entonces te dicen que el viaje ha acabado, que solo era una exposición, solo unas paredes y unas fotografías. Y te rebelas. No es verdad, protestas, quiero más, esto no puede ser el fin sino el principio y, como si fuera la cinta de Moebius, vuelves a iniciar la ruta de las imágenes, igual que Pulgarcito recorría el camino de regreso guiado por las piedrecillas blancas a la luz de la luna. Es cuando encuentras otra vez las miradas repitiendo el recorrido, y descubres todo un elenco de matices que antes te había pasado desapercibido.

Por eso no es una exposición, son muchas, como sus protagonistas, que somos todos.

Gracias, Flaco, por tu regalo.