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Periféricos y cabreados

Hay algo de cuántico en nuestra política. Ahora mismo, por aquello de los liderazgos líquidos, todas las opciones son posibles. Es lo que sostiene Jeff Wall, teórico cuántico de la fotografía. Se trata de una adaptación desde la física cuántica, que como saben es la ciencia que estudia los fenómenos teniendo en cuenta la totalidad de las probabilidades. Llevado al arte fotográfico -los ismos quedarían ya en el siglo pasado- lo importante son las probabilidades. El contexto político está tan movido que la fotografía fija que hacemos cada sábado refleja la anatomía de un instante, pero las posibilidades son múltiples. En la actual crisis de liderazgo general, con minicrisis múltiples protagonizadas por los pseudolíderes, cualquier cosa puede pasar. Hasta lo más inaudito.

Imprevistos. Lo más insólito que está sucediendo es que los presuntos perdedores acaban ganando. Oxímoron si quieren, pero una evidencia a todas luces. En muchos órdenes, pero principalmente en el político. Hay un vuelco en el paradigma dominante hasta ahora, en eso que llamaban el «ganador». Así, lo revolucionario en política ya no es todo el poder para los soviets, sino «una persona un voto». En este contexto imagino al valenciano José Luis Ábalos -nuevo portavoz socialista-, citando al Marco Aurelio de Epícteto, frente al espejo, el día de antes de las primarias: no existe ladrón que te prive de tu capacidad de elegir.

Sanchistas. Como digo, el fenómeno parece general. Planetario. En el PSOE, el outsider en sesión continua y sanchista Ábalos de un plumazo se convierte la cara del PSOE en los telediarios. Mata, Caballero, Perelló o Montón han escrito los versos de esta justicia poética y ya pueden reclamar las escrituras a Ximo Puig. En el Podemos valenciano no les van a la zaga. A Antonio Montiel lo amortiza el joven Estany, contrario a la obediencia pablista. Contelles en el PP de València desafía a Génova, promocionada por Isabel Bonig, que brujulea a extramuros del oficialismo genovita. Si abrimos el foco, la democracia participativa en el mundo entero genera reveses en la ortodoxia. Todos son periféricos, y están cabreados.

El fin del aparato. Se trata de un fenómeno de rebeldía colectiva que bien podría emular al «Humillados y ofendidos» de Dostoievsky. Periféricos y cabreados son calificativos intercambiables en cualquiera de los escenarios vigentes en la vida política española o internacional en el que los perdedores se organizan y desbordan a los aparatos y donde los poderes clásicos se ven amenazados. El triunfo del conde de Montecristo Sánchez no sería así tanto un ejemplo de populismo descarnado, desestabilizador y frívolo, no se acerca a un exceso de demagogia que desde la democracia nos acerca al totalitarismo -manual de Prisa- sino más bien una reacción psicológica de la periferia contra el centro. Debemos admitir que el axioma del centro geográfico está superado, aunque a veces también sirve. En el caso de los valencianos respecto a Madrid sobre todo. El centro es el poder que, en la cultura digital, es múltiple, virtual y a veces está en la nube.

Periferias. Porque España es un país de periferias. Algunas leales como la valenciana, cuyas revoluciones son con sordina. Pero sin embargo algunos éxitos están dándose sobre el alambre radial -si no explota antes una envidiosa Cataluña, harta de la pluriperiferia-. Hasta la burguesía valenciana anda cabreada con el corredor mediterráneo y la creciente masa de notables a favor de la simbólica infraestructura provoca sacudidas. «Amparo, este tren sacsa com el metro», le decía con delicioso acento de La Ribera una adorable señora que se estrenaba en la alta velocidad en el AVE a Madrid.

Seísmos. La realidad está «sacsada» porque en el nuevo paradigma digital, el concepto de la centralidad es etéreo, es como un bitcoin. Así la periferia deja de ser maldita y en ella se combate el sentimiento de orfandad. La periferia es como el suburbio del sistema que ahora se organiza. Para protagonizar la épica pero también para votar al Brexit, contra la paz de Colombia, entre los norteamericanos anónimos y olvidados por Trump, contra Moscovici o para dar alas a Le Pen.

?Ganan los perdedores. Ahora bien, ojo con los perdedores que tras ganar pasan a formar parte del establishment, de los ganadores. Y ahí es cuando se empieza a sufrir. El PPCV en la oposición ha tenido una buena noticia esta semana con la anulación por el TSJ del decreto de plurilingüismo, el primer buen titular para los populares procedente de los tribunales en mucho tiempo. Más de uno y de dos en el tripartito estará contento con la buena nueva porque en el PSOE, por ejemplo, piensan que «el estilo Bloc penaliza al Consell en Alicante». Marzà aparece zarandeado mientras la realidad atropella a Mónica Oltra. La vicepresidenta, desfaciendo entuertos en las residencias, vuelve por sus fueros porque hay en ella algo que no arregla ni la moda más chic.

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