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Matías Vallés

Sánchez debe hacer más milagros

Corcuera abandona el PSOE, todo son buenas noticias para los socialistas desde la llegada de Sánchez. Al mismo tiempo, tal vez se le exige demasiado al secretario general por parte de los salvapartidos que fueron incapaces de derrotarle. Todavía hoy se discute su legitimidad para presentarse a unas primarias que ha ganado. No aclaran durante cuánto tiempo deberá pedir perdón por su victoria. En la summa de descalificaciones grotescas, solo se ha echado en falta una equiparación de Sánchez con el Estado Islmámico. Llegará.

Resuenan los ecos que decretan que Sánchez no debió entorpecer el acceso a la cima de una candidata ignorada, cuando no despreciada, por la mayoría absoluta de militantes socialistas. No solo se negaron a votarla, desobedecieron la orden explícita de votarla. Sin la intrusión del aparato, Susana Díaz se habría quedado en porcentajes de una cifra. Desde la rabia postpartido, se exacerba la doble derrota en las legislativas del secretario general. Se omite que González, Aznar y Rajoy pasaron por el mismo trance, y se evita reconocer que este lastre concede mayor énfasis al perdón de las bases. ¿Los peores número de la historia del PSOE en los dos últimos comicios? Igual que el actual presidente en el PP. En realidad, Sánchez ha demostrado que solo podía haber algo peor para el PSOE que el divorcio de Felipe y Zapatero, la unión de Felipe y Zapatero.

Empieza aquí un artículo diferente, porque Sánchez ha dejado de medirse por la actitud ante su subordinada Susana Díaz. Ahora solo importa su confrontación con Rajoy. El ungido por la militancia no puede sucumbir a la tentación de que ha cumplido, al recuperar su papel de líder virtual de la oposición. A propósito, esta semana inaugural han asomado indicios alarmantes de autocomplacencia.

El ahora beato Sánchez está obligado a obrar más prodigios. El Vaticano exige dos milagros adicionales para obtener la canonización, tras la beatificación primaria. Las bases socialistas no se lo han puesto fácil al secretario general. Han cifrado la doble proeza de la consagración en la retirada del apoyo artificial al PP, y en la reconquista de La Moncloa. Por este orden, pero sin dilación. Cualquier otra lectura se aleja del espíritu de la victoria del pasado domingo.

Haber protagonizado un milagro sin precedentes no significa que Sánchez sepa hacer milagros. El ganador de las primarias se arriesga a pensar que el prodigio siempre caerá de su lado. El resucitado no ha sufrido un calvario para quedarse en el umbral de la tierra prometida, ningún niño sueña hoy con llegar a convertirse en secretario general del PSOE. Y le falta tiempo.

Sánchez ha protagonizado un fenómeno más insólito que Podemos, y todo ello ha ocurrido en un mismo país en el plazo de dos años. Sin embargo, lo peor de los resucitados es que se creen inmortales. Su fiel Borrell ha llamado Lázaro al nuevo líder del PSOE. Cabe agradecer que el exministro de González haya evitado el recurso al resucitado de mayor alcurnia. Sin embargo, Lázaro acaba por morir una segunda vez. De hecho, cae víctima del ensañamiento de los ortodoxos que se niegan a admitir su primera resurrección. Y después dirán que la Biblia está trasnochada respecto a otros libros inspirados por la divinidad.

Sin entrar en contradicción con lo anterior, el líder emergente de la izquierda depende exclusivamente de la leyenda que se ha labrado en solitario. Es un guapo que ha aprendido a vivir repudiado como si fuera feo, una prueba más dolorosa que un empobrecimiento súbito. Tras el fracaso de la operación Rematad al soldado Sánchez, el rescatado ha descubierto que el criterio propio al que renunció tras pactar apresuradamente con Ciudadanos, no tiene nada que envidiar a la sabiduría que se da por descontada en presidentes del gobierno.

El chiste fácil de que Sánchez gana las primarias guiado por un instinto primario antes que por una estrategia, no rebaja la calidad de su victoria. Puede mantener su educado primitivismo, pero no puede frenar la inercia que ha creado. Ha de conseguir que su inesperado matrimonio con la izquierda sobreviva a la luna de miel, un año después de decepcionar a lo grande con su investidura fallida. A su favor, qué líder de opinión va a amenazarle con una campaña en contra, qué capitán de una empresa del Ibex se atrevería a amonestarle. Ni siquiera puede prestar un exceso de atención a las personas en que confía. De haber atendido a los sabios consejos de su entorno, hoy no sería campeón.

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