«Salvo el poder, todo es ilusión». Cántico de Sendero Luminoso

Contrasta el alto voltaje en la política española con el electrocardiograma sumergido de la política valenciana. Ocurren cosas además de las primarias del PSOE. En Madrid, Carles Puigdemont insiste con su plan en un local alquilado al Ayuntamiento de Manuela Carmena. Mariano Rajoy se enfurruña porque, tarde o temprano, tendrá que vérselas con un individuo que le llamó indecente ante millones de televidentes. Más de 74.000 militantes socialistas dieron la victoria a Pedro Sánchez -¿perdió el Politburó, ganó Pedro?- la noche que los tanques de Susana Díaz se replegaron, Despeñaperros abajo, a sus cuarteles sevillanos de invierno. Perdió Susana Pineda. A más distancia quedó Patxi «eskarrik asko» y ganó Pedro de Castilla, «el Justo» y para otros «el Cruel».

Países y linajes. El País Valenciano salió chamuscado, de la mano de su president Ximo Puig, hidalgo de Morella. Olvidó que además de defender los derechos sucesorios en el Comité Federal de los socialistas, debía velar por los intereses de todos los valencianos, sus partidarios y sus adversarios. Nos metió en la vendetta. Perdieron algunos personajes mientras vencían los territorios y los linajes. Andalucía exhibió sus colores y enseñas. Se retiró ante eventuales refriegas. Patxi López, exlehendakari, ha dejado alto el pabellón de Euskadi, que influye en clave socialista. Catalunya, con el PSC de Miquel Iceta, nadó y guardó la ropa -lejos de épocas de pompa y culto- con expectativas. En Balears, su presidenta Francina Armengol ha sido heroína singular en un regimiento de barones que se distinguió por las descalificaciones prepotentes. Devaneos que apuntan al relevo. Javier Lambán de Aragón, Emiliano García-Page de Castilla-La Mancha o Guillermo Fernández Vara de Extremadura y el asturiano Javier Fernández, tienen trazado su recorrido. Apostaron, arriesgaron y perdieron. Ganarán reposo épico. El poder establecido fracasa a veces.

Hijos de la corrupción. En paralelo, el Cercle d´Economia -plural y con olor a banca- desde Barcelona y presidido por Juan José Bruguera, de Colonial, ha lanzado un informe válido en España. El documento, aunque críptico, señala la herida donde duele. Habla de autoritarismo, nacionalismo, populismo, incertidumbre, globalización, contrato social, desempleo, malestar, deterioro, amenaza digital, evasión fiscal, del brexit y de Donald Trump. Pone el acento en el desafío europeo y en el conflicto catalán que no es el fin del mundo y merece salida pactada. Confirma que la corrupción es el cáncer que ha sumido a la sociedad española en la decadencia ética sin visos de recuperación.

Pese al empeño de policía y jueces, nadie se mueve, nadie dimite, nadie admite culpabilidad electoral y todos miran hacia otro lado. Que no se cansen. Los Pujol, el caso Palau o los EREs de Andalucía ya son historia y están condenados aunque no haya sentencia. Ahora faltan Bárcenas, Rato, Olivas, González, Granados, Lezo, Púnica, Emarsa, Zaplana, Esperanza Aguirre, Gürttel y sus ramificaciones que apuntan a Génova, 13. Rajoy pensó que con el repunte económico y su mayoría compuesta de 176 diputados -PP, Cs, PNV y los canarios- podía caminar tranquilo hasta culminar la legislatura. La declaración del foro económico catalán, sin entrar en los últimos acontecimientos, siembra más inquietudes e interrogantes que motivos para el sesteo pontevedrés que ansía el presidente del Gobierno.

Sin recular. Tras el seísmo de Ferraz, el lunes 22 de mayo, se movilizaron los cubículos del poder en València. Unos, ansiosos por la eventual repercusión en el Acord del Botànic y otros porque podría mover las reformas institucionales suspendidas -al gusto de los poderes fácticos domésticos- en la primera mitad de la legislatura progresista. Al centenario de Feria Valencia vino el rey y la plana mayor del empresariado, que le dio plantón, se marchó a recibir zapatazos de un mindundi almeriense. En política y economía valencianas, que van de la mano, hacen falta centros de estudio, reflexión y decisión. Que lejos de la naftalina y el compadreo mercenario proyecten la problemática autóctona para posicionarla ante España y Europa. Los últimos pulsos políticos han confirmado que los valencianos no pintamos nada y que los gobernantes que mandan, como mucho, sugieren que hemos de ser sumisos como pueblo para merecer alguna limosna. Nuestros próceres, pusilánimes, les siguen la corriente en un relato cívico de nunca acabar.

Hemos de recomponer las entidades económico-empresariales: Cámaras, patronales, ferias, sociedades y foros de estudio, reflexión y la consiguiente acción. Que las personas influyentes de Madrid, Barcelona o Bilbao sepan lo que pasa aquí. Que somos capaces de defender nuestros derechos y nuestra dignidad. Que nuestro interés es el suyo. Que los valencianos fuimos punteros en muchos frentes de progreso y contribuimos a que el conjunto funcione mejor. Que no han acabado con nosotros. Ante el declive empresarial, los políticos, con la fuerza de los votos, son responsables de poner orden y tomar la iniciativa.