El importe de una beca no debe confundirse con un salario a cambio de un trabajo que genere lucro a la institución en la que se desarrolle la beca. El sentido del sistema de becas es permitir la formación del becario, poniéndole en contacto con la realidad profesional e incrementando sus habilidades y capacidades para su futuro profesional y no la de tener trabajadores semiclandestinos.

Así las cosas, a mí me gusta decir a mis becarios que su paga incluye tres tipos de honorarios: 1) Un importe en metálico, cuando lo hay, o, si no tienen una beca o ésta es descaradamente insuficiente, las cantidades que pueda obtener para ellos a partir de contratos de transferencia de tecnología con empresas y particulares; 2) Publicaciones en revistas científicas del área; éste es un compromiso personal con ellos pero el resultado depende de la calidad de su trabajo y su esfuerzo. En cualquier caso, debo indicar que las publicaciones son, en mi ámbito, moneda de curso legal en el curriculum vitae de los becarios para acceder al mercado laboral; y 3) lo que aprenden cada día en nuestro laboratorio.

La adquisición de nuevas habilidades es lo que da sentido a disfrutar de una beca y no de un contrato y los responsables y becarios deberían vigilar para que se cumpla el requisito de que cada día de la beca contribuya a la formación de su perceptor, evitando caer en rutinas adocenantes y esfuerzos baldíos. Si un becario trabaja todos los días, aprenderá, avanzará en su proyecto de máster o de tesis y logrará publicaciones en su área. Si el becario no se esfuerza, le corresponde a su director informar negativamente su actividad y proponer que se le rescinda la beca, por incómodo e impopular que sea esta medida, pues no se olvide que estamos hablando de fondos públicos y con esa materia no se juega.

Por el contrario, si los becarios responden y trabajan con tesón es al director a quien le cabe la responsabilidad de que el trabajo llegue a buen puerto; lo que en este caso equivale a que se convierta en una publicación. Ahí, en el apoyo a los becarios, es donde estriba la responsabilidad máxima de quien acepta su dirección y sería partidario de que aquél, a quien se le haya confiado un becario que trabaje con ahínco y sea incapaz de acompañarle al éxito en sus publicaciones, se le niegue la posibilidad de recibir más becarios al haber demostrado su incapacidad.

Ya ven que asumir la formación de una persona no puede ni debe ser una tarea fácil que exima de esfuerzos; antes al contrario, a la gratificación de contar con personas jóvenes en formación se debe responder con seriedad y trabajo. Lo otro, no hacer nada, es demasiado aburrido y degrada a quien practica la indolencia del formador desmotivado.