Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cataluña como coartada

No es sólo odioso el independentismo catalán tal y como está planteado por lo que tiene de egoísta e insolidario con los demás pueblos de España.

No lo es tampoco sólo por la lectura interesada e intoxicadora de la propia historia y la burda manipulación de los sentimientos identitarios de ese pueblo.

Lo es también porque sin su existencia, el presidente de un partido corroído por la corrupción no continuaría hoy seguramente al frente del Gobierno de la nación.

El independentismo catalán y la estéril y miope cerrazón de nuestros centralistas no hacen otra cosa que retroalimentarse, y la única perjudicada es finalmente la democracia.

Mientras mantengamos distraído al personal con la cuestión catalana, los otros gravísimos problemas del país - como la indecente manipulación de la justicia por el Gobierno del PP - pasarán a un segundo plano.

Lo importante es formar "un frente común contra el separatismo", como calificaba el otro día la prensa la confluencia del PP de Rajoy con Ciudadanos y el PSOE ahora dirigido por el siempre volátil Pedro Sánchez.

Y mientras todo eso ocurre, mientras todos reclaman el exacto cumplimiento de la legalidad, el Gobierno de Mariano Rajoy sigue ascendiendo y colocando a fiscales o jueces considerados afines al PP al frente de los órganos que juzgarán los casos de corrupción que afectan a ese partido.

Y pasará el tiempo, y la indignación popular que suscitaron casos como la Púnica, la trama Gürtel, los turbios manejos en el Canal de Isabel II o las tarjetas black se transformarán en indiferencia ciudadana.

Y los protagonistas de esos y otros casos saldrán de la cárcel, si es que alguna vez entraron, y seguirán disfrutando alegremente del dinero desviado a Suiza o a otros paraísos fiscales y que se preocuparán muy mucho de no devolver.

Con el problema catalán, a Mariano Rajoy, el Don Tancredo de nuestra política, ha venido Dios a verle.

Compartir el artículo

stats