Cuando se está dentro se conoce la verdad y desde fuera la apariencia. Pero si se trata de un partido político, la apariencia es la verdad; socialmente, la única verdad. Ahí está el riesgo.

El duelo entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, con la injustificada persistencia de Patxi López, se encuadernó el pasado 21 de mayo con la entrega del último fascículo del serial que comenzó con el asesinato del jefe perpetrado con premeditación y alevosía, alegando como motivo la pérdida de votos en las últimas lecciones pero, en verdad, bajo los cargos de «yo te lo dí, yo te lo quito» y «no es no» es sí.

Aunque la piña que formaron Zapatero, Rubalcaba y González, y líderes autonómicos defenestrados en torno a la andaluza pudo parecer una sorpresa no fue tal, ya que todos ellos vieron la oportunidad de redimirse sobre la base de los éxitos que consiguieron alcanzando el poder; pero cometiendo el grave error de olvidarse de sus fracasos.

La aparición de nuevos partidos fue consecuencia de la insatisfacción de la sociedad, tanto con el PP, como con el PSOE, responsabilidad que, por supuesto y solidariamente, aceptamos todos los militantes, pero teniendo en cuenta que Sánchez ni era ni pintaba nada y era imposible culparle personalmente de la pérdida de votos y silenciar que a quien se castigaba era a sus predecesores. No procedía en modo alguno sacudirse las culpas de encima para echarlas en la espalda del que recogía las ajenas.

Pedro perdía las elecciones, pero ellos habían perdido nada menos que un Gobierno. Y lo peor de todo, las formas. El PSOE se ha caracterizado por el máximo respeto a sus cuadros, los militantes han hecho piña en su defensa y de pronto se encontraron frente a una algarabía que prescindiendo de la voluntad de las bases utilizó los estamentos del partido para defenestrar a su secretario general.

La militancia, ninguneada y dolida, afrontó las elecciones con un rasero distinto porque a las dudas respecto a lo que querían se oponía la convicción de todo cuanto durante los meses anteriores habían rechazado. Diseccionados los méritos concurrentes en cada cual, se valoraron los deméritos y la balanza se inclinó del lado de quien había sido la víctima directa del malestar general con el que se agruparon demostrándose a sí mismos, y a todo el país, la fuerza del grupo, la firmeza de sus convicciones y el rechazo a la ignominia.

¿Se ha roto el partido? Pues claro que no. Muy al contrario, se han reforzado sus cimientos. En la casa socialista, lo que se ha abierto es la gatera para que escapen los que ya no debían estar dentro, pues tiempo ha que sus lamentos se escuchan en las tertulias televisivas o radiofónicas, en artículos mediaticos exigiendo a otros lo que ellos no hicieron. Y si alegan como causa de abandono el resultado de un proceso democrático, es evidente que no creen en la democracia y están de sobra.

Sin embargo, hemos de recordar que, como en los casamientos, la boda es el final de poco y el principio del resto. Pedro Sánchez no lo tiene fácil, puesto que sabe que en adelante será el punto de mira de la militancia que espera, desde ya, que la provisionalidad de algunos nombramientos y medidas sean provisionales, no se perpetúe nadie en el modus vivendi de quienes solo han contribuido a la Seguridad Social desde los cargos políticos desconociendo el trabajo propio o por cuenta ajena, porque la política es un arte y no un oficio. Gente preparada la tiene, a montones; incluso entre aquellos que se mostraron partidarios de otras candidaturas, militantes que honestamente y en libertad mostraron distintas preferencias. Temo que cualquier sugerencia haría la lista muy larga; pero este es el papel que corresponde al líder como primera demostración de buen criterio. Lo que tiene que tener presente es que las lealtades, interesadas o no, no se recompensan cuando uno está llamado a mantenerla con el pueblo al que aspira a gobernar y al que dar lo mejor que se tenga.

Cada mañana es un distinto día y llegarán los siguientes, por supuesto sin rencores, pero sin un ápice de claudicación en los resultados de la confrontación que hemos vivido, contundente en el resultado, magisterio para lo que suceda en adelante ya que, por fin, el PSOE ha recuperado el protagonismo interno de sus militancias y un lugar de referencia como izquierda comprensiva y avanzada entre los ciudadanos.