Karen Armstrong, premio "Princesa de Asturias" de Ciencias Sociales, por su contribución al estudio y comprensión de las religiones, es una escritora que ha elevado a las últimas generaciones en el conocimiento y comprensión del hecho religioso, desde una actitud fundamental positiva e integradora. Como ella misma confiesa, se centró en un gran proyecto de investigación: el estudio de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, cuyo resultado expresa en títulos de resonancia mundial como "Una historia de Dios", "Jerusalén, una ciudad y tres religiones", "El islam", "Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el islam", y "La gran transformación", dedicados a estudiar y comprender la historia comparada de las religiones, la fenomenología y filosofía de la religión, y los fenómenos contemporáneos de la secularización, el laicismo y el fundamentalismo religioso. Karen Armstrong ha llegado a la conclusión de que los seres humanos somos animales espirituales, que el "Homo sapiens" es "Homo religiosus": criaturas en busca de sentido, capaces de encontrar significado y valor a nuestras vidas. La compasión y la regla de oro. Descubre que la compasión es la base de todas las religiones. La única forma de encontrar lo que en las religiones se llama "Dios", "Nirvana", "Brahmán" o "el Camino", es vivir una vida compasiva. Eso significa que hay que estar dispuesto a cambiar. La religión no es algo que te indica qué tienes pensar, sino más bien cómo tienes que actuar. Por eso, cada tradición desarrolló su propia formulación de la Regla de Oro: no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. La ortodoxia. Dios ha significado siempre algo ligeramente distinto para cada grupo de personas. No hay una visión objetiva de "Dios": cada generación ha de crear la imagen de Dios que tenga un significado para ella. Lo que llamamos "Dios" no es lo mismo para todo el mundo. Por ejemplo, en el judaísmo rabínico la revelación no era un acontecimiento histórico que ocurrió en un tiempo distante. Se renovaba cada vez que un judío se enfrentaba al texto bíblico, se abría a él y lo aplicaba a su propia situación. Por tanto, nadie podía tener la última palabra sobre el tema de Dios. Los judíos tenían prohibido pronunciar el nombre de Dios, como poderoso recordatorio de que cualquier intento de expresar lo divino era inadecuado y podía ser blasfemo. Esto no significa que haya que desechar toda teología, o que las creencias convencionales en Dios o lo absoluto estén "equivocadas". Sino, sencillamente, que un valor trascendental es aquel que, por su verdadera naturaleza, no se puede definir... lo divino no puede encajar jamás en nuestras limitadas categorías humanas. Esas creencias expresan a menudo una verdad espiritual profunda. En lugar de deshacerse de las doctrinas religiosas, deberíamos buscar su núcleo espiritual. Pero el objeto de la doctrina es inspirar la contemplación y una acción ética. La gran transformación. Karen Armstrong cree que podemos encontrar inspiración en el período que el filósofo alemán Karl Jaspers denominó la era axial, porque fue decisiva para el desarrollo espiritual de la humanidad. Desde más o menos el 900 hasta el 200 AEC, en cuatro regiones distintas vieron la luz las grandes tradiciones mundiales: el confucianismo y taoísmo en China; hinduismo y budismo en la India; monoteísmo en Israel y racionalismo filosófico en Grecia. La era axial conocerá un segundo, tardío, florecimiento: el judaísmo rabínico, el cristianismo y el islamismo. Los judíos más progresistas de Palestina eran los fariseos, para quienes la compasión y el amor era el mandamiento más importante de la Ley o Torah. Destruir una sola vida humana es equivalente a aniquilar el mundo entero, mientras que salvar una vida redimía a toda la humanidad. No se podía adorar a Dios a menos que se practicase la Regla de Oro y se honrase a los congéneres humanos, quienquiera que fuesen éstos. En el cristianismo muchos de los dichos de Jesús, recogidos en los evangelios, enseñaban una versión de la Regla de Oro. Los evangelios insisten en que sus seguidores no deben juzgar a los demás, y serán admitidos en el reino aquellos que practique la compasión. Jesús murió perdonando a sus ejecutores. Una de sus instrucciones más asombrosas prohíbe todo odio: "Amad a vuestros enemigos". Cuando el profeta Mahoma trajo el Corán no afirmaba ser una revelación nueva, sino un mandamiento de compasión práctica. El espíritu de paz, era su vínculo con la torah y el evangelio. El Islam es, probablemente, la religión más incomprendida y malinterpretada de la modernidad. Una curiosa ignorancia prevalece en Occidente del Islam, como una religión violenta e intolerante. Fundamentalismo y laicismo. El fundamentalismo es una de las manifestaciones religiosas más inquietantes de nuestro tiempo. El fundamentalismo es una reacción a la colonización y al laicismo, al precio de la pérdida de identidad y la destrucción de los contextos culturales. Nuestra premiada cree que la secularización puede ser tan negativa como el fundamentalismo. Frente al activismo ateo, un laicismo que considera agresivo y los crecientes recelos contra el islam, defiende una visión comprensiva del hecho religioso y, sobre todo, de la tendencia humana a la búsqueda de la espiritualidad. "Occidente", escribe Armstrong, "también tiene un problema". "Una educación puramente laicista no basta", sentencia nuestra autora. La actitud combativa debería hacer sitio al diálogo y al entendimiento. Necesitamos ir en busca del corazón perdido, del espíritu de compasión que se halla en el núcleo de todas las religiones.