Hace unos días, las páginas de Levante-EMV se hacían eco de la reunión de urgencia que habían mantenido los miembros de la Asamblea de profesores de Filosofía de la Comunitat Valenciana ante la decisión de la Conselleria de Educación de posponer al curso 2018-19 el prometido decreto autonómico de currículo de ESO y Bachillerato que blinda esta asignatura. Brindar significa, sencillamente, romper con la Lomce, como han hecho otras comunidades, para perfilar la obligatoriedad de la Filosofía en 4º de ESO (ahora es optativa) y la Historia de la Filosofía como obligatoria en 2º de Bachillerato.

Lo más extraño es que dicha noticia aparecía un día después de aprobación de la Proposición No de Ley por unanimidad la Comisión de Educación de las Corts. Dicho esto, había que advertir que la conselleria ahonda en la herida que había producido la contrarreforma de Wert. Porque no se trata de un tema gremial, sino de un drama educativo, o más bien de una tragicomedia, porque esa postura no era esperable, como tantas cosas, de un gobierno como el actual en la Comunitat Valenciana. «Lo impensable que sucedió ha sido así», como diría Slavoj Zizek.

Aprender a filosofar desde la escuela implica una serie de actividades vitales en nuestra sociedad, como el pensamiento crítico frente al pensamiento único. Según señalaba Hegel, el esclavo es esclavo porque no se sabe a sí mismo. Y para saberse a sí mismo se precisa la capacidad crítica, discernir entre lo que pasa y lo que debería pasar. Porque la filosofía no sólo vive del viejo y del nuevo lógos, sino también de inquietud ante las incertidumbres sociales y políticos de nuestro tiempo. Una turbación que plantea preguntas: ¿qué nos está pasando? ¿Qué nos pasa desde el punto de vista de la razón, de la política, de la democracia, de la cultura, de la ética? ¿A qué se deben la crisis relativistas, institucionales, la falta de liderazgos, las desigualdades colosales, el desánimo y la desmoralización generalizados? ¿Qué explica la propensión a merodear en políticas racistas y excluyentes en países tan supuestamente ilustrados? ¿Qué hacer en un país en el que la filosofía está tan castigada como asignatura en los planes de estudio?

Si no nos orientamos, si el pensamiento no es básico en nuestra educación, si no encontramos criterios (el fin último de la filosofía), la jungla de la realidad ganará la partida. Como tantas veces en nuestra historia.