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Una prueba no es una evidencia

Otro ejemplo del acoso, derribo y trituración de nuestra lengua a empujones, mazazos y dientes del inglés imperialista

En cierta villa donde el Ministerio me destinó a dar clase en los 80 del XX, tuve un alumno cuya afición por la enseñanza era tan escasa como alta su contumacia en la falsificación de justificantes. Si justificar es probar algo con documentos, aquel chaval cejijunto y silencioso intentaba justificar sus más que numerosas ausencias mediante papeles que él mismo rellenaba con escasa pericia de calígrafo y furibundos ataques a la gramática. "Mi hijo yo no fui a clase porque malcontrava malo el juebes y los biernes", "Te ruego que disculpes que yo no fuera al sitituto que tenia dolor en la varriga soi su padre", "Haller y losotros dias que falte es que tube en el medico con mi hijo saludos". Es decir, el chaval presentaba supuestas "pruebas", papeles con que pretendía mostrar y hacer patente que su quebrantada salud le impedía con harta frecuencia acudir al aula. Sin embargo, ninguna de sus sedicentes pruebas constituía "evidencia" alguna, pues no eran pruebas determinantes de las que no cupiese dudar, ni eran siquiera pruebas: eran trolas. En efecto, desde la ventana de mi despacho podía verlo a diario dale que te pego al futbolín instalado en el exterior de un local cercano, en horas lectivas, jugando contra otros piratillas o contra sí mismo, con una energía y fruición envidiables. Evidencia: faltaba a clase porque le atraían más las barras, la pelota y el toque de muñeca que las ciencias y las letras. Pruebas en contra: ninguna.

Viene esta historieta a cuento de la supresión casi total en las traducciones de los seriales televisivos de la palabra "prueba" y de su sustitución por "evidencia". Los polis malos roban las "evidencias" del depósito; los abogados corruptos falsean las "evidencias"; ante los tribunales se presentan "evidencias" siempre y "pruebas" nunca. Una vez más, un calco del inglés, un "falso amigo", una memez imitativa papanatas. En inglés, la voz "evidence" designa lo que el castellano siempre entendió como "prueba". Por lo tanto, sobra por completo eso de las "evidencias" en nuestra lengua. Lo evidente es lo cierto, claro, patente, lo que no admite la menor duda. Los polis malos roban las pruebas del depósito; los abogados corruptos falsean las pruebas; ante los tribunales se presentan pruebas. Y listo, punto pelota, razón ninguna para darle vueltas sometiéndose a la dictadura anglicista.

No hay que eximir de culpa a la propia Real Academia de esta nueva majadería traductoria. Tan angustiada por que no la tilden de obsoleta, a toda prisa ha admitido como segunda acepción de "evidencia" eso de "prueba determinante en un proceso". Vamos a ver (como también advierte el estudioso del español Álex Grijelmo): si la prueba prueba, ya está, ya es determinante. Si la prueba no prueba, no es prueba, es una falsedad, una trampa, una mentira. Seguro que el lector lo sabe, pero recuerdo que un "falso amigo" es cada una de las dos palabras que, perteneciendo a dos lenguas diferentes, se asemejan mucho en la forma, pero difieren en el significado, y pueden dar lugar a errores de traducción. En inglés, "actually" significa "efectivamente", no "actualmente". En inglés, Tribunal de Justicia se dice "Court" y en español Tribunal de Justicia se dice Tribunal de Justicia, no "Corte" (salvo en zonas de la América hispanohablante ya infectadas por el inglés del imperio). Pero como cualquier tontería arraiga que es un primor y muy rápido, ya no resulta extraño leer o escuchar en los medios de comunicación -y a troche y moche en las redes sociales- que "las evidencias presentadas ante la Corte fueron desestimadas". Es otra batalla perdida, bien lo sé, pero quede constancia de mi berrinche. Es otra evidencia que prueba el acoso, derribo y trituración de nuestra lengua a empujones, mazazos y dientes del inglés imperialista, con nuestra diaria complacencia acrítica, pues el caso es largar y largar sin orden, concierto ni conocimiento de lo que se dice.

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