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Sánchez se queda corto ante Miñón

Se ha sugerido que Pedro Sánchez se contradice a sí mismo al pedir plurinacionalidad, nación de naciones, y garantizar a la vez a Mariano Rajoy que estará con él contra la consulta unilateral catalana. La verdad es que el invento de la nación de naciones, antes que a Podemos, se le ocurrió a un histórico del PSOE, Anselmo Carretero, que también acuñó, ex aequo con el historiador Pedro Bosch Gimpera, la idea de «nacionalidades y regiones de España», esencial para crear el régimen del 78. Se sabe que los padres de la Constitución propusieron «nacionalidades» en vez de «naciones» para no dar argumentos a los del sable y la gorra de plato, así que Sánchez no hace otra cosa que traer al presente una idea del pasado que no inquieta porque sea inapropiada en sí misma, sino porque el contexto político no invita a los debates nominalistas susceptibles de engendrar cizallas.

Y prueba de ello es que uno de los tres padres del texto fundamental que todavía están vivos, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, nada sospechoso de ser socialdemócrata, defiende desde hace tiempo la inclusión en la Carta Magna de una disposición adicional para blindar las competencias de la nación catalana. De manera que es perfectamente posible situarse en el campo constitucionalista (con querencia específica por el Estado federal) e impulsar sin sonrojo la plurinacionalidad. Eso, siempre que se esté de acuerdo previamente en que cabe que haya un Estado con varias naciones (o nacionalidades, como es ya el caso de España), pero no una nación que esté compuesta de naciones, porque contendría varios Estados (salvo que se hable de pueblos en sentido cultural lato).

La idea de Sánchez de reformar la Constitución para «perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado» va por ahí. Y comparada con la de Miñón, se queda corta, porque el padre de la ley fundamental propone blindar, además de las competencias culturales, lingüísticas y educativas de Cataluña, también las económico-financieras. No haberlo hecho todavía «es el polvo que nos ha traído hasta los lodos del presente», dijo ya en 2014. Y peor aún: «Es un problema político y sólo políticamente puede ser abordado y resuelto». No sé cómo Carles Puigdemont no lo ha elevado aún a los altares.

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