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Matías Vallés

Manadas de lobos solitarios

Theresa May suspende la campaña electoral para honrar a las víctimas del atentado, pero se lanza de bruces al electoralismo con el «enough is enough» de su intervención en Downing Street. Su dictamen equivale al «basta ya» que frenó cualquier ambigüedad respecto al terrorismo de ETA. Salvo que aquí se sabía de qué mal se estaba hablando.

En cambio, la primera ministra británica sazona su hartazgo con la advertencia ya en minúsculas de que será preciso abordar «conversaciones incómodas». Diálogos tan molestos que la responsable del gobierno y candidata se niega a mencionar el islamismo o el yihadismo. Se refugia en la denuncia de una neutra «tolerancia del radicalismo», que sirve igual para el terrorismo islámico que para los hooligans de los estadios.

A May le quedaría un ápice de crédito si no hubiera capitaneado durante media docena de años la política antiterrorista, como ministra de Interior de David Cameron. Por encima de las víctimas, su discurso estaba enfocado a las elecciones cada vez más apretadas del próximo jueves.

Mientras May finge que ha acabado la era de contemporizar con el terrorismo islámico sin mencionarlo, se desarrolla la tradicional ceremonia oscurantista en torno a los atentados del London Bridge. Se dilata la inevitable asignación islamista, a pesar de que los testigos recuerdan las apelaciones al «Alá es grande» durante los machetazos.

Establecida la conexión islámica, la burocracia policial ha encontrado un nuevo dique en los famosos lobos solitarios. Se trata de disfrazar el asesinato organizado bajo el caparazón de la locura de individuos aislados. No importa que EI haya alentado a sus seguidores a golpear por todos los medios posibles, con cuchillos o camiones.

Mientras Europa, con perdón por la inclusión británica, disimula su estupor ante la invasión de manadas de lobos solitarios, Donald Trump vuelve a demostrar por qué ganó las elecciones contra pronóstico, con una serie de tuits que destilan populismo en estado puro. Sin embargo, su demoledora liquidación de la «calma» reclamada por el alcalde de Londres queda más cerca de la ciudadanía malherida que el ecumenismo laborista. O que la reconversión de May en institutriz.

Las manadas de lobos solitarios se abalanzan sobre la sociedad multicultural, de la que el domingo se ausentó su patriarca Juan Goytisolo. Con o sin literatura, la palabra cotiza a la baja. El impacto de los atentados aumenta con las imágenes que curiosamente brindan a la no-ficción un aroma de ficción. Por ejemplo, el vídeo en que se observa a los tres terroristas recorriendo la calle extrañamente desierta a cámara lenta, como si estuvieran protagonizando una película de Tarantino.

Las manadas de lobos solitarios acuchillan en Londres pero desencadenan el pánico en una concentración futbolística en Turín, habrá que reevaluar la teoría de los casos aislados. Sin olvidar que uno de los siete muertos de Londres cayó abatido de un disparo, lo cual apunta a una desgraciada acción policial antes que a un asesinato por parte de terroristas que no portaban armas de fuego.

Europa está siendo atacada por manadas de lobos solitarios con dentadura postiza. Los asesinos de Londres ni siquiera portaban chalecos explosivos auténticos. Eran de atrezo, como la respuesta de May.

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