Disgustada, hace ahora un año, por la ausencia de mujeres científicas galardonadas en los Premios Rey Jaume I, desarrollé el concepto de gineagnosia. Cuando leí en la prensa que los premios Nobel miembros del jurado, después de no premiar ni a una sola mujer, dieron una rueda de prensa en la que manifestaban su apoyo a las mujeres científicas, me pregunté si su problema era que no nos veían. Las mujeres estamos ahí, hacemos ciencia tan puntera como los hombres, somos candidatas a los premios, pero no nos ven, o si nos ven, no nos reconocen.

Hay una afección neurológica llamada agnosia visual que consiste precisamente en que sin tener afectada la visión, no se ve (no se reconoce) lo que se tiene delante. Cuando no se reconoce la valía de las mujeres que se tienen delante, que están en la lista de las candidatas, debe ser que el jurado, o buena parte de sus componentes, padece algo que podríamos llamar gineagnosia. Por supuesto, hay otras formas de llamarlo acuñadas desde hace mucho (sexismo, sistema de valores patriarcal, etcétera), pero ya que estamos en un ámbito científico y nos referimos a un tipo de falta de reconocimiento específico, parece coherente darle un nombre propio. Ya que agnosia viene del griego, opté por combinarlo con giné (mujer en esa lengua) y crear gineagnosia.

Afortunadamente, la afección parece que se está curando. Una serie de circunstancias han creado una sinergia positiva que, en esta última convocatoria, ha permitido al jurado ver/reconocer a algunas de las formidables científicas y emprendedoras candidatas a los premios. En defensa del jurado he de decir que probablemente (carezco de datos precisos al respecto), este año, el número de candidatas ha sido superior al de años anteriores. Pues si bien, desde hace tres convocatorias, AMIT (Asociación de mujeres investigadoras y tecnólogas) viene presentando candidatas a varias de las modalidades, este año, algunas otras asociaciones de mujeres, desde empresarias a académicas, también han presentado candidatas. Otra circunstancia favorable debe ser que en el Acord del Botànic se apostó por la igualdad de género y aunque haya habido que esperar a la mitad de la legislatura para ver sus efectos, estos van apareciendo.

En los 28 años de existencia de los Premios Rey Jaume I, sólo se habían premiado a 8 mujeres. Este año, por primera vez, se ha premiado a 4 en una edición. Con ello, no se compensa el desequilibrio generado en los 28 años anteriores, pero al menos se reconoce a parte de las grandes candidatas y se emite una importante señal a los centenares de jóvenes investigadoras que las universidades y los menguados centros de investigación de la Comunitat Valenciana, forman día a día. Es muy importante mantener estos reconocimientos si queremos que el talento de nuestra tierra florezca. El reconocimiento lingüístico también tiene su importancia, por ello, no estaría mal cambiar el título del premio que ha recibido Alicia Asín Pérez. No la llamen «emprendedor», por favor.