La moda global de los tuits (trinos en Colombia) de 140 caracteres (25-30 palabras) ocupa desde su creación en 2006, una creciente millonada de horas a una creciente millonada de personas en todo el mundo y ha sido elevada a modo de comunicación política por el presidente Trump y el expresidente Uribe, seguidos de cerca por Rajoy y recientemente por Putin, con bromas macabras (en inglés).

Cabe pensar que a finales del presente siglo la moda/modo de los tuits/trinos llegue a dos palabras, como el discurso de un joven de Podemos en una asamblea realizada en València (en febrero de 2017) que pidió la palabra para decir: Ruptura y apertura. Lo sorprendente no es que un veinteañero se atreva a pronunciar tan denso y abigarrado discurso, sino que hubiese gente que lo hubiese entendido perfectamente, dijeron, y no necesitasen la mínima explicación que un curioso sexagenario se permitió sugerir, infructuosamente, al innovador profeta del futuro.

Si la evolución de las comunicaciones humanas sigue este derrotero, es posible que en 2117, cuando se cumplan los 200 años de la Revolución Rusa -si la resiliencia vital del planeta tierra ha subsistido al sobrecalentamiento global y a la III Guerra Mundial porque la ciudadanía de hoy no logre frenar las anunciadas catástrofes-, quizá la moda/modo haya vuelto a sus orígenes cavernarios donde, olvidadas las palabras, la gente se comunique con grifos/grafos ya no pintados en la piedra, sino dibujados fugazmente con el dedo o un impulso neuronal en superpantallas de plasma o algún nuevo material.

Aludo a la Revolución de 1917 porque es posible que de los cinco millones largos de palabras que escribiera Lenin (1870-1924) en los más de 20 libros y centenares de artículos publicados a lo largo de sus 40 años de activismo político, sobraran unos cuantos miles de ellas. Pero no creo que nadie pueda decir -ni el más acérrimo de sus enemigos- que Lenin, por escribir tanto, no hubiese sido un hombre de acción. Trataba, con inteligencia y voluntad (aunque parcial éxito, dada la evolución de la URSS), de aplicar aquello de Reflexión/Acción y Acción/Reflexión; o sea, la sabia recomendación de tantos filósofos de Occidente y Oriente: Pensar para actuar y extraer lecciones de la acción realizada, escribiendo lo uno y lo otro para ordenar las ideas y transmitirlas a otras personas y colectivos de forma coherente; así puedan y deban resumirse en un lema o una consigna.

Detrás de la proclama Proletarios del mundo, uníos, está el Manifiesto Comunista y las miles de palabras de El Capital y otros libros gordos. Y detrás de la consigna Todo el Poder a los Soviets, están las miles de palabras escritas por Lenin y otros dirigentes bolcheviques, recogiendo lecciones de las acciones reivindicativas o revolucionarias de los trabajadores, campesinos y soldados rusos por Paz, Pan y Tierra. Detrás de esas cuatro y seis palabras respectivamente, hay mucho pensamiento, mucho sentimiento; mucha memoria, mucha innovación, mucha filosofía y mucha acción colectiva!!!

Contrario al lugar común de moda, no todo texto breve es bueno; ni todo escrito largo es malo. Si excluimos los aforismos o los refranes que rezuman sabiduría popular, hay muchas frases o párrafos de pocas palabras que no dicen nada o dicen barbaridades o mentiras porque no contienen ideas; no tienen fundamento.