Líbreme yo de comparar mi dialéctica con la del incomparable Cicerón, que hace más de 21 siglos destacaba por su oratoria ante el Senado romano y en los discursos que gustaba lanzar en plaza pública. Pero permítadme copiarle aquello de «Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?», porque con este latinajo tan utilizado en la civilización moderna en ocasiones especiales, comprimimos toda la rabia que nos embarga a quienes, situados frente a las administraciones públicas, sufrimos las consecuencias de sus decisiones o, como es el caso, de su pasividad para llegar a ellas.

Si Cicerón acusaba entonces al cónsul Catilina de querer derrocar al gobierno republicano y aprovecharse de su poder y riqueza junto con algunos secuaces, desde el Club Náutico de Altea hacemos nuestra la frase porque sospechamos (y motivos tenemos para ello), que los pasos que da (y los que no da) la Administración Autonómica frente a la renovación de las licencias de los clubes náuticos valencianos (entidades sin ánimo de lucro nacidas para el fomento de los deportes náuticos), no tienen otro interés que forzar su desaparición para dar paso a las llamadas marinas deportivas, entes privados y privativos, ideados para ganar dinero y situar las instalaciones náuticas de nuestro país en un nivel inalcanzable para los miles y miles de jóvenes de toda clase social que cada semana se lanzan al mar para practicar su deporte preferido.

Negocio frente a función social. Élite frente a base social. He ahí el dilema al que se enfrenta desde hace décadas la Generalitat Valenciana, sin que ninguno de sus gobiernos (de izquierdas, de derechas, nacionalistas o de centro) haya alcanzado una decisión. ¿Privatizamos la costa y reconvertimos las instalaciones náuticas en puros negocios que devengarán mayores ingresos a las arcas públicas, o mantenemos una actividad ampliamente respaldada por la sociedad, plagada de éxitos deportivos y sujetas a una función social fuera de toda duda?

¿Cuánto tiempo, Consell, abusarás de nuestra paciencia? «Quam diu etiam furor iste tuus en eludet?» ¿Hasta cuándo este rencor y engaño? El Club Náutico de Altea está al borde del precipicio. Tras 17 años solicitando insistentemente la renovación de nuestra licencia para mantener la actividad, el próximo 19 de junio (sí, el 19 de junio, dentro de unos pocos días), expira la autorización administrativa en vigor. Y en Valencia nadie dice nada. No actúan, salvo para septuplicar nuestro canon anual condenándonos a aumentar las cuotas sociales, multiplicar las tarifas restando así competitividad y reducir al límite la actividad deportiva.

Un 19 de junio falleció San Lamberto, martirizado a principios del siglo IV. Siervo de amo infiel, se mantuvo firme el aragonés en sus convicciones pese a que ello le llevara a la muerte. Esa misma fecha, quizás, sea la que marque el final del Club Náutico de Altea. Fatídica cruz en el calendario.