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La esclavitud de los nuevos amos del mundo

El reciente trompazo de Donald Trump a la lucha contra la hecatombe climática que hará de este planeta un erial tarde o temprano no solo pone de manifiesto que la Casa Blanca está ocupada por un insensato con aires de matón verbenero. También deja claro lo oscuro que se puede poner el panorama político internacional cuando personajes así pueden alcanzar el poder alzándose sobre la plataforma ingobernable de las redes sociales. Todo el arsenal de bulos y mensajes incendiarios que empleó Trump en su menú virtual, en el que no podía faltar la ensaladilla rusa ni el potaje grasiento de la posverdad, ha sido posible gracias al imparable crecimiento de unos altavoces de propaganda impensables algunos lustros atrás. Y detrás de megáfonos de alcance planetario está la irresponsable actitud de unos nuevos magnates que, en su afán desmedido por experimentar y dominar y ampliar sus horizontes, olvidan conservar el control sobre sus "monstruos" tecnológicos, admitiendo que estos han crecido tanto que les resulta imposible poner fin a los desmanes que causan. Linchamientos digitales, bulos que se extienden como la peste, acosos y mentiras, humillaciones y manipulación en grado superlativo son el plan nuestro de cada día en las redes sociales, sin teclear más lejos.

Hay voces críticas contra esa situación como la del columnista Antonio Navalon que algunos de los mandamases internacionales son propietarios de redes sociales, buscadores de internet y demás factorías tecnológicas. "El mundo de hoy", sostiene en un reciente artículo, "no pertenece a Henry Ford, ni a los grandes líderes industriales o financieros que alumbraron los avances del imperio estadounidense. El mundo de hoy pertenece, sobre todo, a los Zuckerberg, a los Gates, a los creadores de Google, de Yahoo y de todas las redes sociales. Sin embargo, el mundo de hoy tiene la desgracia de que esos líderes, salvo el fallecido Steve Jobs, no tienen ningún sentido de la responsabilidad ni de la estructura del poder que representan. Los nuevos amos del mundo no tienen experiencia, ni conocimiento y tampoco capacidad para administrar el poder económico, político y tecnológico que manejan. Y frente a eso, están convirtiéndose en unos instrumentos al servicio de la visión más antigua, decadente y antiamericana representada, curiosamente, por el poder Ejecutivo y por los que todavía le siguen en el Legislativo".

Las afirmaciones de Navalon admiten muchos matices pero lo que es incuestionable es que al auge de los populismos al calor hiriente de las crisis económicas, políticas y sociales, está directamente enlazado a unas nuevas formas de comunicación masiva cuyos gestores no saben, no quieren o no pueden controlar. Zuckerberg se preguntaba hace poco al graduarse por fin en Harvard (había dejado la carrera antes de terminarla): "¿Qué tal si detenemos el cambio climático antes de que destruya a nuestro planeta?€ Estén preparados para ser incomprendidos. A cualquiera con una visión lo van a llamar loco". No deja de ser una triste paradoja que la criatura co-creada por Zuckerberg fuera una de las herramientas usadas por Trump para llegar al poder llenándola de medias verdades y mentiras completas.

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