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Tonterías e indignidades

Empecemos por las tonterías de bulto. A Amancio Ortega se le ha ocurrido en mala hora donar 320 millones de euros a la sanidad pública para que se compre instrumental oncológico, entre otras cosas el de la detección precoz del cáncer de mama. Ahora que estamos cerca de la curación de muchos cánceres y el Estado no tiene medios para dotarse de esta maquinaria porque los gastos de innovación lo superan, el dueño de Inditex ha decidido echar una mano. La reacción ante tanta generosidad puede ir en dos direcciones: o el jurado correspondiente decide darle el premio Princesa de Asturias, tal vez de Ciencias Sociales (o de lo que quieran en realidad) o los afanosos puristas piden que se rechace la donación por provenir de un explotador del pueblo y porque no se aceptan limosnas. ¿Qué viene este a darnos 320 millones cuando debería ser el Estado el que corriera con los gastos? Que explique primero cómo se enriqueció, qué impuestos paga y por qué pretende controlar al gobierno mediante este tipo de sobornos. Fácil de contestar: un día se sentó en la sala de su casa a coser batas de boatiné, paga sus impuestos religiosamente (y no estoy seguro de que pueda desgravar esta donación) y un gobierno no se deja controlar por esta pitanza menor. Ortega no quiere controlar nada, solo pretende ayudar con una generosidad que asombra. Alguno ha habido que se ha preguntado si cree estar en Estados Unidos en donde se hacen donaciones para ahorrar impuestos y para lucimiento propio. Deseo fervorosamente que Amancio Ortega no se canse un día y lo mande todo al diablo, que ya tiene una edad: los puristas de la revolución pendiente tendrían que explicar lo que ha pasado a los 150.000 trabajadores de Inditex en paro.

Las indignidades. En el sector nacional, se lleva la palma, una vez más, Mariano Rajoy. En su afán de lo que la prensa que le es adversa denomina «ponerse de perfil», se ha ahorrado la única reacción posible: llamar a la primera ministra británica y, gritando (a través del intérprete, me temo), preguntarle si piensa que es digna esta cruel exhibición de indiferencia de Mrs. May negando a los padres durante cuatro días la información sobre si Echevarría, el héroe del monopatín, estaba vivo, malherido o muerto.

¿Y qué tal la propia Mrs. May diciendo que si es preciso cambiar el sistema de libertades de los británicos para hacer frente al terror islámico, se cambia? ¿En la primera democracia del mundo? O sea, si el asesino mata os castigo a todos. Sería la mejor victoria del ISIS, ¿no? No se debe ceder al chantaje de los terroristas: la vida debe seguir igual. Lo que hay que hacer es no reducir los efectivos policiales, como hizo Mrs. May durante su tiempo como ministra del interior, y una vez detectados, no dejar de vigilar a los potenciales terroristas. No hay otro modo de combatir a los lobos solitarios. En caso contrario, la muerte de Echeverría no habría servido de nada. Los lobos solitarios, al contrario de los terroristas de ETA, no temen morir y eso los hace doblemente letales.

Ya sé, en este capítulo de indignidades no tengo más remedio que acudir a Donald Trump. Este hombre se ha sumado con alegría a la condena de Qatar al que se ha acusado de financiar el terrorismo islámico (por pagar un rescate por una veintena de niñatos de la familia real que se habían ido a Irak a cazar y que fueron secuestrados por el ISIS). Bueno, no es cierto. Error de los qataríes: si le hubieran invitado a visitar Doha después de Arabia Saudí, Trump, al que le gustan los fastos y la pompa en la que él es protagonista más que a un tonto un lápiz (a lo mejor habría que regalarle un lápiz), habría salido diciendo que Qatar es un país maravilloso, tanto como Saudía. Vamos a aclararnos: las monarquías del Golfo son unos regímenes tiránicos basados en la religión musulmana como instrumento de control. Todas son culpables. Arabia saudita más, porque para mantenerse en el trono en un país en el que la familia real está en franca minoría tribal, no solo se aseguran del apoyo de Estados Unidos sino que al mismo tiempo financian el islamismo terrorista en el entendido de que gracias a ello serán respetados por este. Todo el mundo lo sabe pero la hipocresía es la virtud principal de los monarcas de la región.

Por volver al núcleo de la tontería: igual que Aznar, Theresa May ha pagado el precio de su incuria en el manejo del atentado de Londres. Aznar mintió y perdió las elecciones mientras que May apenas exhibió incapacidad y solo se ha llevado un correctivo. Claro que de su parte tenía a los partidarios del Brexit.

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