Ninguna vegetación contrasta tanto como aquella de las latitudes altas del hemisferio norte, pero no carecen de interés otras variaciones que se dan en nuestro planeta en cada estación. En el árido continente australiano, siempre con ligeras variaciones respecto de la media anual, la vegetación de sus regiones tropicales recibe las lluvias de la Convergencia Intertropical en el verano austral. Las anomalías son positivas desde Broome hasta Brisbane. Con la llegada del otoño austral (nuestra primavera) casi toda Australia se reverdece, mientras que en su invierno ahora las anomalías negativas se dan en el arco septentrional, invirtiendo la situación inicial. Finalmente su primavera es la época más compleja con el verdor tan solo dominando sobre la isla de Tasmania. Cambian las anomalías de verdor en el Sáhara y Sahel.

También llama la atención la singularidad de las regiones mediterráneas respecto de las tierras de su entorno. En las tierras templadas, el verano suele traer buenas noticias para las plantas, con el calor moderado y las lluvias pero en nuestro mundo mediterráneo el ambiente, seco y asfixiante, bajo el mando del anticiclón, es menos agradable para la vegetación que para la horda turística venida del norte. El verde invernal de la Península ibérica contrasta con las anomalías negativas europeas, situación que se alterna durante los meses de verano. Solo la primavera parece aunar las vegetaciones a ambos lados del Pirineo.

En otoño, la llegada del frío entristece los campos de Europa, mientras que al sur, las abundantes lluvias calman la sequía del largo estío, aunque el norte cantábrico sigue las normas de la vegetación europea: la región eurosiberiana del haya y el roble, frente a la mediterránea de encina, carrasca y alcornoque.