La matematización de las leyes científicas, su lenguaje simbólico alejado de la ambigüedad, el rigor de la argumentación y el perfeccionamiento de los instrumentos de medida: estimables herramientas que la ciencia puso al servicio de la precisión. Precisión que ha sido puntal de su progreso y ha mostrado, desde tiempos tempranos, eficacia combatiendo a farsantes y tramposos. La imprecisión, en forma de ambigüedad y de equívoco, está en la base del humor, y éste debería ser su imperio. En la esfera política, sin embargo, reina también la imprecisión, con propósitos no precisamente humorísticos.

Argumentación falaz, tergiversación, vaguedad. La cruda mentira salpica aquí y allá; la imprecisión, boyante compañera, anega el paisaje, y la licencia de que goza obstruye la senda a un futuro limpio y franco. Supuestamente, el lenguaje denotativo se usa para decir las cosas con la máxima claridad, pero el uso impreciso del léxico y de la argumentación la enturbia, inyectando connotaciones interesadas.

Unos pocos ejemplos escogidos. La insistente utilización del término populismo, carente actualmente de significado denotativo preciso y del que se aprovecha su connotación negativa. Los calificativos anti-europeísta y anti-constitucionalista buscan el equívoco cuando se predican de quienes sí son europeístas y constitucionalistas pero defienden un proyecto de Europa diferente o una Constitución con importantes reformas. Tampoco es correcto calificar de antisistema a quienes sí que proponen un sistema de sociedad, aunque distinto del imperante. El éxtasis a cargo de un desenfrenado Cristóbal Montoro tildando a Unidos Podemos de anti-todo durante el pleno de presupuesto.

Frecuentemente la imprecisión reside en una falacia de datos insuficientes. Paradigmático el insistente mensaje de políticos de PSOE y Cs de que Podemos tuvo oportunidad de sacar a Mariano Rajoy de la Moncloa absteniéndose ante su solemne pacto a dos. La afirmación es cierta, pero tiene una segunda parte indisoluble de la primera, y que constantemente se escamotea, a saber: el PSOE rehuyó tratar de pactar con Podemos y confluencias negociando la abstención de Cs. Matías Vallés nos recuerda esta segunda pieza oculta del enunciado en Levante-EMV de 6 de abril. Ciudadanos exhibió otra ostensible imprecisión hasta febrero de 2017, al posicionarse, en su ideario, en el entorno del centroizquierda socialdemócrata.

Pablo Iglesias dijo a Pedro Sánchez que Felipe González le había prohibido gobernar con ellos. Lamentablemente, cuando añadió: «Sí, el que tiene el pasado manchado de cal viva», convirtió el enunciado en una falacia ad hominem, tan improcedente como negar la competencia de un perito en un juicio porque en el pasado fue acusado de conducir ebrio. José Bono, entrevistado en televisión, nos brindó otro ejemplo de imprecisión interesada al afirmar que Iglesias acusó a González de asesinato, falseando las palabras del primero.

Erró Irene Montero declarando que las fuerzas que votaran no a una moción de censura que elegiría presidente a Pablo Iglesias sostendrían al Gobierno. Incurrió en la misma imprecisión que la portavoz adjunta del PSOE, Isabel Rodríguez, cuando afirmó que Podemos había votado a Rajoy con su no a la investidura de Sánchez. Ambas argumentaron falazmente concediendo categoría de causa a lo que es una correlación accidental.

Impreciso Pedro Sánchez proclamando «aquí está el PSOE, aquí está la izquierda» la noche que recuperó la Secretaria General, un enunciado absoluto que ignora la existencia de otras fuerzas de izquierda. La precisión no se valora suficientemente, reclamarla es condición necesaria para que pueda germinar cierta concordia. Desdeñarla favorece el enredo y las posibilidades de entendimiento y progreso se resienten. Y quizás se diluyen.