Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Moción de censura a medias

En su momento, la presentación de una moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy por parte de Podemos generó bastantes expectativas, y fue vista como una medida acertada y beneficiosa para este partido: aunque la moción no tenía posibilidades de prosperar, permitiría mostrar que Podemos hacía algo frente al rosario de escándalos de corrupción del PP, dejaría en evidencia al PSOE (un PSOE que, según todos los indicios, sería ya definitivamente susanista) y, en definitiva, ubicaría a Iglesias en el centro del tablero como verdadero líder de la oposición.

Pero en el ínterin se produjo la inesperada victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas y la situación dio un vuelco. De repente, el PSOE volvía a tener pedigrí de partido de izquierdas. Podemos ya no estaba solo en la izquierda, sino acompañado. Y muy mal acompañado, si entendemos por tal la compañía de un rival mucho más peligroso que Susana Díaz para disputarse ese espacio político. El nuevo Sánchez, que dijo no y ve cómo la militancia refrendó su firmeza al respecto y el tragicómico espectáculo del que fue víctima, es mucho más capaz de recuperar votantes exsocialistas que ahora estén en la abstención o en Podemos.

Casi todo el mundo lo entendió así. Y, más que ningún otro, el socio de Podemos, Compromís, que sugirió la retirada de la moción hasta que el PSOE celebrase su congreso y Sánchez tuviera mando en plaza. A partir de ese momento se podría presentar una moción, previsiblemente liderada por el PSOE y encarnada por el propio Sánchez. Una moción que sí tuviera visos de prosperar; o, al menos, que tuviera alguna posibilidad.

Sin embargo, en Podemos decidieron hacer caso omiso de todas las críticas y sugerencias y llevar adelante la moción, con Pablo Iglesias como candidato. El escenario ideal para el desastre. Pero la cosa no les ha ido tan mal. Primero, porque el público ha visto que presentar una moción de censura es un derecho legítimo de los partidos de la oposición, no una especie de difuso insulto a España (donde el Gobierno se confunde con el país), como han dicho algunos pretendidos analistas y medios de comunicación. Y, en segundo lugar, porque tanto Irene Montero como el propio Iglesias moderaron inteligentemente el tono, olvidándose (al menos, en buena parte) de ese estilo chabacano, demagógico, de hablar a gritos y con frases vacías, tan propio de algunas tertulias televisivas.

Iglesias, en particular, causó buena impresión. Elaboró una crítica de fondo al PP y a la derecha española que constituía toda una carga de profundidad contra la premisa de que los conservadores son patriotas. Frente a esto, Iglesias vino a decir que su patriotismo era exclusivamente patrimonialista: que la derecha cree que el país es suyo, y que está ahí para ordeñarlo. Con muchas banderas de España, eso sí. Un argumento de fondo, centrado en la corrupción, pero que no se queda sólo en hacer alusiones genéricas a «los corruptos», que acaban por no generar ningún efecto o planteamiento de conjunto.

De manera que la moción, aunque se ejecutase en unas condiciones mucho peores que las que en Podemos habían previsto, al final no fue un brindis al sol. Y casi podría decirse que les viene bien a todos. A Podemos, porque ha cumplido el expediente. Al PSOE, porque esta moción le da tiempo antes de que sus votantes y militantes presionen para presentar otra (y tiempo es lo que quiere Sánchez ahora para certificar su control del partido y que no le vuelvan a montar comités federales sangrientos). Y a Rajoy, porque parece que todo el mundo se ha resignado a algo que no deja de ser cierto: mientras el PP cuente con el apoyo de Ciudadanos, es muy difícil urdir una mayoría alternativa, porque ésta ha de pasar, necesariamente, por el referéndum catalán. Y ahí el PSOE es casi imposible que acepte. Con lo que nos encaminamos a una legislatura larga. Muy larga. Como le gustan a Mariano Rajoy.

Quedaría averiguar qué es lo que gana Ciudadanos actuando como dócil muleta del PP. Pero esa es otra historia.

Compartir el artículo

stats