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La canción de Podemos

La posibilidad de desalojar al PP del gobierno se mantiene en pie, flotando en el aire, por más que una y otra vez choque de frente con la impostura del juego político

El asunto

El debate que tuvo lugar esta semana en el Congreso ha permitido visualizar algunos cambios en el panorama político español, cuyo alcance sin embargo no es posible determinar con precisión. El presidente ha recibido una fuerte andanada por la actitud exculpatoria mostrada ante la corrupción asociada a su partido. Rajoy y el PP salen algo maltrechos del trámite parlamentario. En la opinión pública se afianza la sospecha de que han incurrido reiteradamente en diversas conductas punibles, entre ellas la financiación ilegal, un pecado capital de las democracias porque puede llegar a convertir las elecciones en puro fraude y desvirtúa por completo la competición política. Y el PSOE, dando síntomas de encontrarse todavía perdido, con un discurso aún por definir, ha aprovechado la ocasión para alejarse del gobierno, como venía prometiendo el secretario general en la campaña para su elección. El ejecutivo resiste, pero cada vez menos arropado por la exigua mayoría parlamentaria que lo sostiene y más vulnerable a los ataques de la oposición, mientras el PP pierde apoyo electoral en favor de Ciudadanos, que calcula hasta sus últimas consecuencias cada paso que da.

El debate público posterior al combate de la cámara baja, que ofreció varios puntos de interés a pesar de que el desenlace era sabido de antemano, continúa girando no obstante en torno a la propuesta de un cambio de gobierno. Al respecto, el partido que procura aupar las expectativas a lo más alto es Podemos. El PSOE, por su parte, deja correr la idea, sin darle demasiado pábulo. No hay un compromiso en firme ni noticia de conversaciones con tal propósito, pero ambos se esfuerzan para que se tenga la impresión de que en cualquier momento pueden intentarlo de nuevo. Desde las elecciones generales de diciembre de 2015, ésta ha sido una constante de la política española. Primero vivimos durante meses pendientes de una coalición de izquierdas que tras sucesivos amagos nunca llegó a formarse. Luego, sin que hubiera transcurrido un año desde la investidura de Rajoy, Podemos consideró que apear al PP del poder era una cuestión de emergencia nacional y presentó una moción de censura condenada sin remisión al fracaso. En medio del debate de esa moción, y una vez concluido con mayor insistencia, los portavoces de Podemos animaban a los dirigentes del PSOE a presentar otra en los próximos meses, sin pérdida de tiempo. La posibilidad de desalojar al PP del gobierno se mantiene en pie, flotando en el aire, haciendo creer que antes de que termine la legislatura se habrá cumplido el deseo de amplios sectores progresistas de la sociedad española, por más que una y otra vez choque de frente con la impostura del juego político.

Para Podemos esta es la manera de perseguir varios objetivos. Así practica el inconformismo, se enfrenta sin tregua al gobierno, conjura la sensación de que pudiera estar acomodándose en las instituciones y alienta la confluencia de toda la oposición a su alrededor. Pone especial empeño en negarle un respiro al PSOE, su particular contrincante en la pugna por la hegemonía en la izquierda. Es una política de manual. Consiste en la movilización permanente, atraer la atención de la opinión pública, ocupar un sitio al frente de la manifestación y mantener alta la tensión con los mayores rivales. El peligro de estancarse acecha siempre a Podemos. Las encuestas registran una llamativa caída de su voto en las horas bajas del PSOE.

La estrategia de Podemos pone a los nuevos dirigentes socialistas ante un dilema. Por un lado, se ven obligados a respetar la promesa que les ayudó a hacerse con el control del partido de distanciarse del gobierno del PP y tomar posiciones para el relevo en el poder. El movimiento debe ser rápido porque sus electores llevan demasiado tiempo esperando al PSOE. Y Podemos estará al quite para pedirle que avance con más determinación y rapidez por el camino que lleva a La Moncloa. Pero esto acercaría al PSOE a su gran adversario en la izquierda y a los nacionalistas catalanes. Recuérdese que las especulaciones sobre las intenciones que escondía Pedro Sánchez en su relación con esos partidos fue el detonante de la situación que atraviesa el PSOE. Por otro lado, si la dirección socialista no acude a la cita con Podemos, por la senda que Pablo Iglesias estará presto a indicarle, habrá revalidado la actuación de la comisión gestora que tanto criticó y causará una profunda decepción a quienes le apoyaron en la lucha por el liderazgo del partido. Los dirigentes del PSOE tendrán que decidir entre inhibirse para preservar la frágil unidad interna o cumplir su primer compromiso y aventurar al partido por una ruta llena de trampas.

Dos datos resaltan en el tablero de la política española después del debate de la moción de censura. Uno es la insuficiente protección con que cuenta el gobierno en el parlamento frente a una oposición crecida por la actitud más beligerante que se presume en el PSOE. Otro es la negativa de Podemos y Ciudadanos a formar parte del mismo gobierno, confirmada por ambos. Nos falta saber si la coalición que propone Podemos es una posibilidad cierta o la vía elegida para escapar de la realidad con los electores bien alineados. Sólo el PSOE puede despejar la duda. En el congreso que celebra se adjudica la etiqueta de la izquierda, pero hoy la política exige mayor concreción.

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