El año pasado se cumplieron 500 años de la edición, en Lovaina, del principal libro de Sir, San Tomás Moro (1478-1535), titulado Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía. Como se comentó en el artículo 500 años de utopías (LEVANTE-EMV 14/10/2016), la efemérides se celebró con significativos eventos en países como Argentina y Uruguay -donde se realizó un Simposio Internacional con 10 ejes temáticos y análisis de utopías cristianas, socialistas y liberales-, pero, por razones que se explicaron entonces, este V centenario pasó desapercibido en España e Inglaterra.

No obstante, hace poco se anunció la creación de la Cátedra Tomás Moro (CTM) de estudios sociales y políticos en la Universidad Católica de València, de la cual el Cardenal Arzobispo Antonio Cañizares, es el Gran Canciller. La Cátedra, cuyo objetivo es generar un pensamiento que renueve la sociedad e impulsar una paz verdadera que entraña la no exclusión de nadie, está dirigida por el exministro Jaime Mayor Oreja, quien ha asegurado que con la misma se busca la formación en valores y no se pretende hacer política.

La jerarquía católica, el Partido Popular y colectivos afines, pueden construir los foros que quieran -somos un Estado de Derecho-, y los postulados de la CTM podrían ser suscritos no solo por el Papa Francisco, sino por ciudadanas/os laicas/os o de cualquier religión, en muchas partes del mundo. Ahora bien, desconozco las consideraciones que llevaron al Cardenal Cañizares, al señor Mayor y los 35 catedráticos del Comité Científico a elegir al expresidente colombiano Álvaro Uribe como ponente en la jornada inaugural. Aunque tengo un criterio formado, crítico, sobre la trayectoria política, empresarial, militar y paramilitar del señor Uribe -abanderado de la guerra-, en el presente artículo me permito presentar una propuesta muy concreta a la CTM, que parte de una situación incontestable para propios y extraños:

La polarización política y fractura social que vive Colombia entre las personas partidarias de seguir avanzando en un proceso de paz difícil y complejo, basado en el diálogo, iniciado hace cuatro años entre el Gobierno Nacional y las FARC -abierto recientemente con el ELN-, que votamos SI en el Plebiscito del 2 de octubre de 2016 (49%); y quienes pretenden conseguir la paz volviendo a la guerra que ha asolado al país a lo largo de más de 50 años y que votaron NO (51%). Esta situación se ha visto agravada en los últimos meses por el asesinato de decenas de dirigentes populares partidarias/os del SI y por el indiscriminado atentado en un centro comercial de Bogotá hace unos días. Aunque no se sepa la autoría de estos crímenes, se trata de enemigos de la paz que pueden estar entre el SI y el NO. Y esto es posible porque, como se señaló oportunamente (sin mucho éxito), en el debate previo al Plebiscito primaron los argumentos viscerales sobre los racionales y la gente acudió a las urnas saturada de medias verdades, fantasías o miedos. Si la CTM quiere honrar, de verdad, la memoria del gran utópico cristiano, no despreciar a las víctimas del conflicto colombiano y de otros, y enviar un mensaje de justicia, concordia y esperanza a toda Iberoamérica desde este litoral mediterráneo que ha sufrido tantas guerras propias y ajenas, lo tiene fácil y aún es posible:

Invitar a la sesión inaugural, con un tiempo igual al del señor Uribe, a un/a integrante de la Comisión Europea de Verificación de Derechos Humanos, integrada por personas con cargos institucionales y de organizaciones sociales de Alemania, Bélgica, Italia y España, que estuvo en Colombia en marzo y se reunió con organismos oficiales, civiles y eclesiásticos. Entre las/os integrantes de la delegación española, hubo seis representantes de la Comunitat Valenciana: Isaura Navarro, Cristina Cabedo, María del Angel Campello, Roberto Jaramillo, Javier Moya y Marco Antonio Llerena. Cualquiera de ellas/os podría dar un justo y valioso testimonio.