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La voz es el espejo del alma

Dicen que los ojos son el espejo del alma, pero en materia audiovisual la voz tiene mucho que decir. El oído vulcaniano se me activa cuando oigo a algún personaje o actor (extranjero, claro) con una a la que no nos tiene acostumbrados. La pérdida más dolorosa de todas fue la de Homer Simpson. Carlos Revilla fue la voz del protagonista de la serie hasta su muerte en el año 2000. Hay quien defiende a capa y espada que las series se emitan en versión original, pero el trabajo de Revilla con la ficción animada de Matt Groening se merece más que alabanzas.

En terminos generales, los españoles debemos estar bien orgullosos de nuestros actores de doblaje, que son de diez. Revilla puso su toque en la voz de Homer que, si me lo permiten, llegó a superar en hilaridad a la original que nos llegó del otro lado del charco. Por no dejar Springfield, la ciudad de «Los Simpson» sabe que el doblaje es importante. De hecho, el fallecimiento de la actriz que ponía su voz a la profesora del travieso Bart, Edna Krabappel, ha provocado que los creadores de la serie prescindan del personaje.

Esta misma semana otra voz nos dejaba, la de Heidi y Mary Ingalls en «La casa de la pradera». La actriz Marisa Marco dejó su impronta en los niños de muchas generaciones que seguían las aventuras de la niña de los Alpes. Y es que la voz es algo más que una parte de un personaje, es su alma. ¿Es Clint Eastwood el mismo sin el timbre y tono de Constantino Romero? ¿O se imaginan a Bruce Willis y Kevin Costner sin Ramón Langa? A mí, de verdad, que me cuesta.

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