A punto de comenzar el verano, andamos en mitad de la travesía del desierto que suponen los exámenes. Antes, la canícula estival marcaba un descanso en tan engorrosa tarea, pero tras otra brillante idea de nuestros legisladores y sus ¿consejeros?, ahora los exámenes arriban como uno de esos kilométricos trenes que recorren el Outback australiano. Otra de las grandes ocurrencias aplicadas a nuestra educación: desde el disparatado adelanto del paso a la secundaria que supuso décadas de barracones pasando por la propuesta de un examen oral en la asignatura de Inglés en Selectividad. En pruebas y disparates coincide el Trabajo Final de Grado.

Otra magnífica idea de quien no conoce -o ha olvidado- la realidad de la trinchera educativa. Consiste en un estudio en el que el alumno, bajo la dirección de un tutor, integre sus conocimientos con las competencias y habilidades desarrolladas en sus estudios. ¡Hermoso! Para este ingente proceso al profesor se le reconoce un crédito, 10 horas de dedicación. Idea maravillosa, inversión cero, resultado€: expresiones incorrectas, faltas de ortografía, errores de formateado, ausencia de referencias o confundir tiempo, clima y climatología: tiempo es la situación momentánea de las variables atmosféricas; clima, el promedio de esas variables; y climatología, la ciencia que lo estudia. Por tanto, si unas lluvias torrenciales nos impiden hacer un viaje, es el tiempo el que no acompaña, no el clima; ni las condiciones climatológicas obligan al cierre de una actividad; ni la cercanía a la costa ofrece una determinada climatología€ Aunque con poca esperanza, espero que las brillantes ideas vayan acompañadas de algo más que buenas intenciones. Es el mejor regalo que le podría desear a mis sobrinos: ¡Feliz cumpleaños, Mireya!