Aún recuerdo el día no muy lejano en que la tradicional cena de corresponsales en Washington se celebró sin el presidente de guardia, que era y es Donald Trump. O no fue invitado, o no quiso ir, o las dos cosas. Pero, aparte lo barato y fácil que resulta apuntarse a disparar contra el muñecote con el tupé amarillo moco en marquesina, aparte de eso, digo, tan encumbrada reunión pidió ser representada por Bob Woodward y no sé si, también, su colega Carl Bernstein: los del Watergate y Nixon, ya ha llovido desde entonces. Parece que no hay recambio o se lo fumó el negrito Jayson Blair, el que se inventaba los reportajes para el TNYT. O se vendieron primogenituras por benevolencia fiscal y palmaditas patrióticas en la espalda. Como El País.
Nunca he descartado del todo -y para llegar a esa conclusión tuve que escribir un libro- que el periodismo mainstream sea más bien conformista, adaptativo, y que el buen periodismo es cosa de almas fuertes e insumisas. De unas pocas almas. Y que conste que los veteranos citados y otros, por ejemplo, Tomás Alcoverro, cuyo talento tiene la frescura de los 30 años, siguen haciendo su trabajo, pero al senador McCarthy no lo echaron los periodistas, sino los propios políticos hartos de sus inquisitoriales extravagancias. Nos queda el consuelo de que algunas de las miradas más feroces y menos contemplativas sobre los limites del oficio son obra de colegas: El periodista y el asesino (Janet Malcolm).
Antes era más fácil divorciarse que cambiar de periódico, pero ni la prensa, ni el matrimonio, ni el puesto de trabajo son lo que eran y a eso le llaman modernidad líquida. Pero la postverdad sólo es un nombre de la propaganda y la poscensura -que Juan Soto Ivars retrata magistralmente en Arden las redes- solo es post, en el sentido de que se produce tras la publicación de la obra y suple la censura previa: agria labor. La fiabilidad hay que buscarla con un candil al sol del mediodía. En el remolino digital todo se mezcla y confunde y, como referencia, no ha llegado ni a aproximarse a los libros y la prensa escrita ¿Liquidez? No, categorías
