Estos tiempos en los que el Consell apuesta por la fundación de un banco público para impulsar la economía valenciana, vale la pena recordar el papel de la «Taula de Canvis» de València en la época foral.

Las «Taules de Canvis» municipales fueron exclusivas de la Corona de Aragón; y la de València -hoy prestando su nombre a un caso judicial- entre 1519 y 1719 fue un banco público y la tesorería de la hacienda muncipal. Por ello, su seguridad la garantizaba el Consell de la ciudad con una rigurosa legislación («Ordenanzas de la Taula y Capítols del Quitament») en la que se que abordaban todos los aspectos relativos a su gobierno (contabilidad, auditoría, funciones de sus gestores y contables...).

En esta ocasión solo nos centramos en algunas disposiciones tendentes a garantizar la seguridad de los caudales y justificantes depositados en la «Taula». Su oficina estaba en la Lonja, su arcón de seguridad con tres llaves («la caixa de gros») se custodiaba en la sacristía de la Catedral, y dentro de él, a su auxiliar («Llibre de la Caixa de Gros»). Los libros principales de la Taula («Manual» y «Major», llevados por partida doble) dormían en la casa del mercader responsable de dicho «Mayor». También existía una caja pequeña de uso diario («caixa de menut») que pernoctaba en la casa del «caixer de menut», cargo renovado cuatrimestralmente.

Cada bienio, el control de la «Taula» lo ejercía un órgano ejecutivo colegiado conocido como los «Caixers de Gros», compuesto por un representante de los tres grupos sociales que gobernaban la ciudad: la nobleza (un «cavaller» o un «generos»), la burguesía rentista (un «ciutadá honrat») y la burguesía financiera (un «mercader»), nombrados por el Consell municipal a partir de unas determinadas listas. Avalaban su gestión con una cuantiosa fianza aportada por sus esposas y familiares. Y al jurar sus cargos ante el Justicia Civil renunciaban a cualquier fuero o privilegio derivado de su clase, sometiéndose a la jurisdicción del Racional de la ciudad.

Cada día asistían a la «Taula» y cuando esta no abría, en los doce siguientes al cuatrimestre, uno de los tres «Caixers» debía estar a disposición de los particulares que quisieran ingresar o retirar dinero; y en ese plazo también hacían una publica crida para que los titulares de las cuentas pudieran revisarlas con el responsable del Mayor.

Finalizado su bienio, se «definían» (cancelaban, según la legislación foral) sus responsabilidades con la «Taula» en cuanto los «Caixers» entrantes daban su conformidad sobre los apuntes y el saldo final del «Llibre de la Caixa de Gros», y manifestaban haber recibido las tres llaves de los salientes. Todo ello ante el notario público tenedor del «Manual», que también lo era de dicho «Llibre», el cual levantaba un acta a continuación del último apunte de este auxiliar. Cumpliéndose así un antiguo dicho valenciano: «Es més segur que la Taula de Canvis».