El orgullo es una afirmación desbordante del ego, una desmesura, que merece un juicio ambivalente: podemos decir de alguien que es orgulloso para denotar su dignidad, pero también para indicar su desprecio hacia los demás. Ahora bien, el orgullo tiene siempre sentido positivo cuando es la reacción del humillado frente a los humilladores. Bajo ese punto de vista, ahora, tras casi medio siglo, se advierte la rabiosa genialidad de quienes han dado forma a las marchas del orgullo gay. Podían haber planteado su causa en tono grave, formal, o menos opuesto a los cánones de la respetabilidad a la que en última causa aspiraban, pero lo hicieron con descaro y desparpajo, buscando en la provocación directa y el tono burlesco el choque, el shock. Un acto de pura justicia devolutiva: a fin de cuentas el electroshock era una técnica usada para "curar" la homosexualidad. En China todavía lo es.