Hay que reconocer a la nueva ejecutiva del PSOE el interés y el debate que ha suscitado con su abstencion ayer en el Congreso de los Diputados en la votación el Acuerdo Económico y Comercial Global entre Canadá y la Unión Europea conocido como CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement). Después de la votación favorable del Parlamento Europeo el pasado 15 de febrero, es preceptiva su aprobación por cada uno de los parlamentos nacionales de los países que conforman la UE para que surta efectos plenamente.

El objetivo del acuerdo es en síntesis facilitar las exportaciones de bienes y servicios beneficiando a las empresas y profesionales de ambas partes y consecuentemente a sus ciudadanos. Hasta aquí, nada que objetar.

Sin embargo, del debate suscitado han aparecido, quizás fruto del exceso de calor primaveral, una serie de iniciativas políticas e institucionales que bien merecen una cierta reflexión. Es verdad que Canadá es un país atractivo para visitar. Pero antes de hacerlo, y sobre todo con dinero ajeno, es conveniente analizar no solo el mercado a conquistar sino también qué armas vamos a utilizar, con quienes vamos a competir, sus posiciones actuales en ese mercado, sus estrategias y su trayectoria comercial. Ni la Generalitat ni la Cámara de Comercio de Valencia han debido estudiar bien ese mercado y han querido precipitar un viaje al lugar del último que llega.

Veamos algunos datos. Canadá es el cliente número 29 de las exportaciones españolas con una cuantía de 1.488 millones de euros en 2016, siendo los productos más importantes los farmacéuticos, combustibles y aceites minerales, automóviles, embarcaciones y bebidas. Tengamos muy en cuenta que Francia e Italia, por ejemplo, países con los que competimos en el mercado canadiense con y sin acuerdo comercial, exportan a Canadá cada uno alrededor de 4.000 millones de euros al año en unos epígrafes arancelarios muy parecidos a los nuestros pero con mayor penetración en productos alimenticios y vinos.

Si a todo esto le añadimos, según el informe de la Secretaría de Estado de Comercio, que el 50 % del incremento del PIB en la UE como consecuencia del Acuerdo provendrá de la liberación del comercio de servicios y que del resto se esperan atractivas oportunidades para la contratación pública de las grandes empresas europeas, veremos que es prudente analizar y trabajar primero la situación aquí y luego, en su caso, viajar.

No cabe duda de que a primera vista un acuerdo para eliminar las barreras al comercio, siempre y cuando no pongan en riesgo la salud y la seguridad del ciudadano, siempre es bien venido. Pero los productos valencianos van a tener que competir con los mismos proveedores que compiten actualmente y nuestras ventajas lo serán también para nuestros competidores. O quizás nuestros competidores italianos, franceses o alemanes tendrán mayor ventaja puesto que disponen de unos canales de comercialización más robustos y experimentados.

Sería oportuno conocer la opinión de la extensa Consellería de Economía sostenible, sectores productivos, comercio y empleo sobre la situación competitiva de la industria valenciana en el mercado canadiense, las políticas concretas para un mayor aprovechamiento del nuevo acuerdo comercial, las estrategias y apoyos a las empresas valencianas, la metodología del trabajo conjunto a realizar y los objetivos sectoriales que se pretende conseguir con todo ello. En el caso que nos ocupa han sobrado alharacas y ha faltado trabajo y rigor. Instituciones como la Generalitat Valenciana o entidades de derecho público como la Cámara de Comercio necesitan de una más estrecha alianza con el colectivo exportador, actual y potencial, para poder abordar con éxito los retos que plantea cada día una mayor liberalización del comercio mundial.