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¿Pecho a lo hecho?

El malestar británico ante el "Brexit" crece al espesarse los nubarrones

Londres está triste, aseguran quienes conocen bien la capital británica. La mayor aglomeración urbana de la UE se ha replegado sobre sí misma desde que hace un año las urnas bendijeron un "Brexit" que ella rechazaba. Es como si la incertidumbre, y el alza de los ataques xenófobos, hubieran frenado la fuerza expansiva con la que sus minorías, que se expresan en 300 idiomas, se derramaban por sus calles.

Pero hay mucho más. Si Londres está alicaída, es todo el Reino Unido el que está despistado y descontento. Los clarines de independencia prometían hace un año el gran salto adelante, pero han dado paso a un escenario cojo en el que reinan los nubarrones. Por sólo dibujar uno en detalle, la inflación ha pasado del 0,3% al 2,9% a raíz de la caída de la libra y, aunque las exportaciones son ahora más competitivas, las vacaciones al sol, que tocan más de cerca a los ciudadanos, se han encarecido. Y el crecimiento se estanca. Y las inversiones bajan. Sólo agunta el empleo, pero al contraerse la riqueza los salarios se tambalean.

En consecuencia, reina el desconcierto, puesto de manifiesto por los ambiguos resultados de las elecciones del día 8, la segunda pifia mayúscula de los "tories" en un año. Los comicios han dejado tocada pero no hundida a la primera ministra May, una capitana insuficiente. Y han hecho subir como la espuma el izquierdismo del laborista Corbyn, que ya influye en el discurso de May. Corbyn reclama un anclaje en el mercado único que obligaría a renunciar a la pieza clave, el control de la inmigración comunitaria. ¿Acabará May defendiendo este postulado de Corbyn? De momento no, aunque ya adelanta que el "Brexit" requerirá largos plazos de ejecución. ¿Una señal?

La profecía es enemiga de la inteligencia, pero, en todo caso, Bruselas ya ha recordado que el misil disparado por el artículo 50 puede regresar al silo. Aunque la marcha atrás exige unanimidad en una UE que hoy es vivero de díscolos.

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