Ni los monárquicos ni el rey padre creen en la monarquía. Este descubrimiento se hizo en la conmemoración de los 40 años de las elecciones generales de 1977, de la que celebramos que el líder de Podemos es republicano y que la monarquía reconoce que el franquismo fue una dictadura.

En un país "no monárquico", la corona restaurada por el franquismo se sostuvo gracias al "juancarlismo", una forma regia de fulanismo.

La oportunidad de pasar del fulanismo juancarlista a la aceptación de la monarquía estaba en la sucesión dinástica, que se hizo de una noche en la que apenas quedaba medio rey a una mañana en la que había dos, con sus respectivas reinas. 2+2= 4.

La monarquía, que es genética más fantasía, se ha creído el "¡Hola!" y se ha hecho una institución sentimental, tan sentimental, que ya no acepta esa continuidad helada que se expresaba en "El rey ha muerto. Viva el rey", lema de la institución inconmovible (la expresión emocional de lo inamovible).

Los que creen en la monarquía saben que sólo hay un rey. En 1977 presidió el rey. En 2017 presidió el rey. No son la misma persona pero son la misma figura. Era el momento de que se viera la figura y para ello debía desaparecer quien la encarnó en favor de quien la encarna.

Los fulanistas juancarlistas echaron de menos a Juan Carlos quien, de haber estado presente, habría dejado ver menos de la mitad del rey de 2017 y habría representando a la institución en su forma vieja e hipercolesterolémica, pilar de un régimen cuestionado que vino de otro ilegítimo.

La más increíble demostración de falta de fe en la institución la dio Juan Carlos de Borbón, que hizo público su berrinche. Creer en monarcas a estas alturas es muy difícil pero ¡que no crean ni ellos...!